pietro maximoff

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—¿Por qué no te abalanzas sobre él y ya?

La bebida quedó atascada en su garganta, provocándole un severo ataque de tos.

Se recriminó cuando sus impulsos fueron los suficientemente potentes para obligarla a dirigir su vista al maravilloso cuerpo de los nuevos integrantes del grupo. Natasha estaba sentada a su lado, revisando que sus armas estuvieran cargadas y preparadas para la acción.

—¿De qué demonios hablas, Romanoff? —cuestionó, deslizando su anatomía en la butaca del jet. Requería una mejor posición si pretendía seguir admirando a ese teñido.

—Pietro Maximoff —respondió la pelirroja, frunciendo sus labios—. Lo conoces desde hace años, se gustan, ¿por qué siguen dando vueltas como una calesita?

Erika se encogió levemente de hombros. Había conocidos a los gemelos Maximoff durante su horripilante instancia en las instalaciones de HYDRA. Ella también había sido reclutada para formar parte de los experimentos, pero a diferencia de sus hermanos, sus padres la habían obligado para mantener el “orgullo de su familia ”, ya que varios integrantes fueron parte de la organización nazi durante los años posteriores a su creación.

Desde el primer instante que ambos chocaron en un corredor, se convirtieron en buenos amigos. Pero los lazos se quebraron cuando Erika fue enviada nuevas instalaciones, que casualmente fueron atacada por los vengadores y decidió apoyar a los americanos.  

—Porque las calesitas son agradables —respondió con una tonalidad de voz demasiado insegura. Natasha no pasó ese gesto de alto.

Ni ella entendía porqué no se le habían declarado. ¿Temor a ser rechazada? ¿Romper su relación de amistad?

—¡Hey, Müller!

Ante la exclamación de Pietro, ambas agentes colocaron su atención en él.

—Uy, hay viene Romeo a reclamar su Julieta.

—Nat —masculló entre dientes.

Natasha le guiñó un ojo a la muchacha y se dirigió a otro sector de la nave para no interrumpir el momento.

Erika le dedicó una pequeña sonrisa a Pietro, volviendo a posicionarse correctamente en el asiento. El sokoviano no tardó en sentarse a su lado, enseñándole una mueca de entusiasmo.

—¿Preparado para vencer al villano, Dash?

—¿Dash?

—Espera un momento —Erika frunció su ceño, señalando al rubio— ¿No conoces a los Increíbles? —Pietro negó repetidas veces sin entender a qué hacia referencia su compañera—. ¡Demonios, Maximoff! Tendré que enseñarte mi colección de Disney cuando acabe la misión.

Las manos de Pietro se aferraron a sus muñecas, impidiéndole continuar con sus movimientos. Ante el cálido tacto, las mejillas de la joven se tiñeron de un visible color carmesí.

—¿Me enseñarás tu colección de Disney? Wow. Dijiste que sólo las personas que más te importaban llegaban a conocer tu colección.

Se abofeteó internamente por haber mencionado su colección de películas. Los nervios que se acumulaban en su interior la habían traicionado. Erika comenzó a jugar con sus manos sobre su regazo, las palabras se habían quedado atascadas en su garganta.

—¡La parejita del fondo, estamos por aterrizar, preparense!

...

Erika utilizó una gigantesca pared de concreto para aplastar a los robots que pretendían atacar a los sobrevivientes. Hizo un movimiento de cabeza para avisarle a Clint Barton que el área se hallaba despejada. Giró su mirada, observando el panorama: las construcciones destruidas, varios cuerpos de civiles inmóviles acostado entre los escombros. Hasta que se percató de un pequeño niño que corría hacia ellos, detrás se encontraba Ultron disparando a diestra y siniestra.

—¡Barton! —vociferó, moviendo sus manos para crear una pared de contención. Estaba demasiado cansada pero necesitaba hacer ese último esfuerzo.

De un instante a otro, estaba en los brazos del sokoviano dentro de las naves de refuerzo. Segundos después, Clint y el pequeño desconocido se hallaban a su lado. Sin entender en lo absoluto qué ocurría, pretendió escabullirse e ir a continuar con la batalla. Pero Pietro la obligó a mantenerse sentada en una de las bancas.

—Wanda —murmuró la joven, observando como sus antiguos inventos se desmoronaban.

Apoyó su cabeza contra el hombro de Pietro, tratando de recuperar su respiración normal.

—No crearé más robots en lo que me queda de vida.

—Me alegra oír eso —comentó Clint a sus espaldas. Erika giró su anatomía, enseñándole su dedo del corazón. El arquero hizo una mueca, ofendido—. Sólo recuerden que hay niños y que la programación apta para todo público esta llegando a su fin.

La pareja quedó sumida en un incómodo silencio. Los ojos de Erika vagaban por las personas sobrevivientes, el sentimiento de culpa le golpeó el corazón.

Minutos más tarde, todos se hallaban dentro de la enorme estructura que los llevaría a suelo Norteamericano. Un escalofríos recorrió la espalda de la muchacha alemana, aquello también había sido un invento suyo y, por ende, había traído sus devastadoras consecuencias. Se preguntaba si el universo conspiraba en su contra o algo parecido.

—El viernes a las ocho.

—¿Disculpa? —indagó, sacudiendo su cabeza.

—El viernes a las ocho estaré en tu habitación.

Sin decir alguna palabra más, el sokoviano empleó sus habilidades para esfumarse. Erika permaneció inmóvil, sintiendo la presencia del muchacho delante suyo nuevamente.

Sus labios se rozaron en un desesperado beso, Pietro colocó una de sus manos en la cintura de Erika y la izquierda sobre su mejilla. Las piernas de la joven se convirtieron en dos trozos de gelatina y debió aferrarse al sokoviano para no acabar en el suelo.

—Adiós.

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MALDITO MARVEL POR MATAR A MI BEBÉ.

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