bucky barnes;

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Dejó escapar un profundo suspiro y se adentró al lugar, sosteniendo unos documentos, que el sargento Williams había subrayado como “importantes”, entre sus manos. El bar se encontraba repleto de soldados británicos, franceses, americanos, algunos civiles y unas cuantas mujeres que escaseaban de prendas.

Varios soldados le dedicaron miradas lascivas, provocándole cierta incomodidad. Aferró sus documentos al pecho, recriminandose por haberse vestido de manera tan delicada para visitar un lugar semejante. Un vestido que llegaba hasta las rodillas, un abrigo claro de lana y unos zapatos de medio tacón.

¿Acaso planeaba buscar algún soldado para casarse y qué sus padres estuvieran felices? Sacudió su cabeza ente sus pensamientos. Los tiempos eran críticos y las únicas conversaciones que tenía con su madre acababan con una frase: “..morirás solterona sino buscas a un hombre”. Pero Stella apenas había alcanzado los veinte años y no tenía intención alguna de contraer matrimonio, ni pareja, ni ninguna relación.

Ignorando los comentarios que algunos uniformados le gritan por sobre el murmullo, se acercó al sitio donde servían las bebidas alcohólicas.

—Disculpe, ¿dónde puedo encontrar al sargento Jones? —inquirió a una de las mujeres que se hallaba atendiendo a los soldados.

—Por allí —le respondió, señalando un grupo de hombres jugando a las cartas—. Él que se encuentra apoyado a la mesa.

Efectivamente se trataba del sargento Jones. Williams lo había descrito como un sujeto de mediana estatura, apuesto y con un genio particular. Y aquel hombre cumplía con los requisitos. Stella murmuró un agradecimiento y, abriéndose paso entre los estrechos pasillos, se aproximó hasta la última mesa.

—¿Sargento Jones? —preguntó, segura. El nombrado giró su rostro, dedicándole una mirada desconcertada a la muchacha—. El coronel Williams me envía esto para usted. Lo lamento, señor.

Los uniformados que se hallaban alrededor de la mesa dejaron de lado las cartas. Stella había captado su atención y la de varios solados de menor rango de unas mesas cercanas. La muchacha le extendió la carpeta marrón y el sargento Jones aceptó los documentos ofrecidos.

Las hojas de papel amarillento comenzaron a pasar entre los oficiales, quien lo leían apresurados. Las noticias informadas no parecían ser agradables por las muecas que plasmaban en sus rostros.

Un trozo de papel cayó al suelo de madera. Stella agachó su cuerpo para recogerlo. Se sorprendió al percatarse de que se trataba de una caligrafía alemana: “... la ofensiva sobre la ciudad de comenzará al principio de octubre. Los bombarderos atacaran las playas y la parte costera de la ciudad. Enviaremos tropas para sellar las entradas a la ciudad e impedir la huida de los británicos.. Joseph nos lo ha comunicado...”

Sintió un pequeño golpe en el brazo. Elevó su mirada y se dio cuenta de que aún se encontraba en el suelo.

—¿Entiende lo qué dice ahí? —preguntó un señor regordete y de mirada afilada.

—Tiene espías en sus tropas, señor.

—¡Es una alemana!

Las miradas de la mayoría de los que se encontraban en el bar se dirigieron a ella. Stella frunció sus labios, disgustada. ¿Iba a sucederle lo mismo cada vez que se presentaba en público?

—Desagraciadamente soy alemana, no me enorgullezco de hacerlo, al contrario —respondió ante la acusación—. Aunque debería enfrascarse en revisar los soldados de sus tropas y tratar de evitar que los alemanes sepan sus próximos movimientos. Buenas noches, señores.

Y sin intercambiar mirada con alguno de los oficiales o soldados, se retiró del lugar.

La gélida brisa nocturna golpeó la piel desnuda de su cuello. Un escalofrío la recorrió completa. ¿Por qué la juzgaban por ser alemana? Sus padres habían recibido a soldados británicos en su hogar. Les ofrecieron alimentos, medicamentos, bebida e incluso prendas de vestir, un lugar acojedor en dónde recuperarse de las misiones.

Concentrada en sus pensamientos, no se percató de una anatomía desconocida que se cruzó por su camino. Stella le dedicó una mirada al soldado, quien parecía de su edad o unos años mayor. El cabello castaño despeinado, unos inquietantes y asustadizos ojos color azules y hermosas facciones.

—Lo lamento, señorita —se disculpó en inglés, ayudándola a estabilizarse— ¿Se encuentra usted bien?

Stella asintió, incapaz de pronunciar palabra o sonido alguno. Agradecía que la iluminación de las avenidas de piedra sean tenuamente iluminadas, por lo contrario, el sujeto desconocido podría notar el color carmesí de sus mejillas.

—Gracias—susurró, apartándose unos centímetros de la cercanía del muchacho de cabellos castaños.

—No debe agradecerlo, señorita Müller —susurró él. 

—¿James?

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¡hola! 🙋
*le tiran con una silla por desaparecer*

bueno, quería informarles que lo que acaban de leer tiene la función de ser la parte de un prólogo de una novela:

opción 1; queda como shot 😂

opción 2; publico la novela 🌚

opción 2; publico la novela 🌚

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[ amé esta parte, bai 🌚]

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