steve rogers;

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—... y entonces lo golpee en la cara.

Kathleen elevó su mirada, encontrándose con el moreno y su semblante orgullo. Sus ganas de vomitar el desayuno organico de frutas y granola se incrementó. Rodó sus ojos, sacándole una pequeña carcajada a los demás que se hallaban en la cocina.

—Golpear tu cara será mi próxima actividad de tiempo libre —masculló la joven, cerrando de repente el libro—. Apuesto a que no puedes permanecer sin emitir un sonido. ¿5 dólares?

—¿5 dolares? Me decepcionas, Lee —una morisqueta de disgusto se formó en el rostro de la castaña—. Como mínimo apostaría a que tienes unas enormes ganas de acostarte con el sensual capitán—comentó Sam, alzando sus cejas pícaramente—. Estoy jodiendo, Stark. 20 dólares y hay trato.

—¿Sensual capitán? —Kathleen tardó unos segundos en comprender que se refería a Steve Rogers— ¡Wilson!

Desde aquella gélida velada de invierno, cuando, luego de haber tomados varias copas de más, Kathleen había mencionado acerca de sus sentimientos románticos hacia el capitán América, los miembros restantes del equipo la molestaban; dejándola sola con la presencia del hombre, tanto en misiones como en reuniones importantes, ocultando sus pertenencias en la habitación de Steve y haciendo comentarios incómodos a la hora del desayuno o la cena.

Incluso Sam había hecho una petición para que los horarios de entrenamiento de Kathleen fueran a la misma hora que los de Steve. Pero, gracias a un milagro celestial, esa petición había sido denegada por el director de SHIELD.

—¡No me mires así! Alguien tenía que decirlo.

Natasha y Clint asintieron ante sus palabras. Kathleen frunció sus rosados labios en señal de desaprobación y se dirigió hasta la estantería de las galletas.

Así se confirmaba sus sospechas. Sam Wilson era noventa y nueve por ciento idiota, y lo restante lo tenía de diva.

—¿Decir qué?

La voz de Steve Rogers resonó a sus espaldas. La muchacha desistió sus crecientes ganas de girarse y se mantuvo rebuscando el paquete de galletas de chocolate, el cual, seguramente, había sido escondido por Peter para que nadie se comiera sus galletitas favoritas.

—Nat, ¿recuerdas el entrenamiento de la semana pasada?

Y ahí empezaban a surgir las excusas para dejarla sola junto a su amor platónica.

—Lo lamento, tengo que revisar las nuevas actualizaciones del traje —murmuró Sam, encaminándose a la salida de la cocina.

De un instante a otro, la habitación quedó sumida en un absoluto silencio.   Kathleen giró sobre sus talones, mientras continuaba mordisqueando una galleta.

—No pienso darte una galleta, mucho con que deba compartirlas con el mocoso de Parker.

Sentó su anatomía en una de las sillas y colocó su completa atención en el hombre, quien mantenía su ceño fruncido. ¿Por qué eran tan hermoso?

—Yo, eh... —Kathleen elevó sus cejas, observándolo expectante—, ¿harás algo hoy en la noche?

—Planeaba continuar con las actualizaciones de los trajes de Sam y Rhodey. ¿También quieres una actualización para tu escudo? ¿Hacerlo más dinámico, flexible o algo? ¿Cambiarle los colores? ¿El dise...?

—¿Quiere salir conmigo está noche, señorita Stark?

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pueden golpearme por desaparecer pero antes de hacerlo, dejenme mostrarles algo:

pueden golpearme por desaparecer pero antes de hacerlo, dejenme mostrarles algo:

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