Lie to me - Capítulo 5

4.9K 347 52
                                    

|Parte de la religión|

Selena Gómez era una de las pocas madres del colegio con las que había estrechado una amistad. De hecho, era la única con la que tenía un vínculo más allá de vernos en las reuniones de padres, cruzarnos al retirar a los niños o dejarlos en algún cumpleaños. Tenía un año más que yo y el mismo complejo con esos números que seguían creciendo, año tras año sin pausa, y sin reflejar nuestra verdadera edad interna.

Era CEO de una de las empresas de construcción y materiales más grande de Inglaterra, un genio financiero en faldas cortas, "un cerebro asesino encerrado en un cuerpo para el pecado" como se definía ella misma, líder de una empresa llena de hombres, para un mercado masculino por excelencia. Nos habíamos conocido cuando se mudó de Birmingham a Londres y su hijo Elliot entró a la misma sala de cuatro años que Drew, convirtiéndose en amigos inseparables.

Pese a tener un trabajo abrumador y exigente, Selena tenía como prioridad uno a su hijo, haciéndose su tiempo para dejarlo en el colegio, retirarlo y asistir a cuanta reunión y clase abierta él participaba. Eso la hacía correr como loca todo el día, pero el precio valía la pena.

Selena era madre soltera. Nunca hablaba del padre de Elliot. Y el niño no parecía tener mucha más idea que nosotros.

Dejé la camioneta en el estacionamiento junto su Audi. Bajé arrastrando conmigo mi nuevo bolso y entré al gimnasio saludando a la recepcionista para ingresar en el vestuario.

Selena ya estaba preparada, sentada en el banco frente a las duchas, anudándose las zapatillas, sosteniendo su teléfono celular al oído con su hombro.

–No... no... no me importa. Pide las reuniones de consejo que quieras, a mí no me interesa... no nos van a obligar a rebajar calidad por precio. Acá tienes una obligación, no solo con los clientes... sino también con la gente que va a vivir en los lugares que se construyen. Si los ladrillos bajan de grosor, mantendremos otros proveedores. Es una estupidez... no, lo veremos cuando llegue. Perfecto. Adiós.

Cerró el teléfono con fuerza y le gruñó como un perro enfurecido. Levantó la mirada y me sonrió como si la conversación nunca hubiera existido.

–¡Feliz cumpleaños!

–¡Gracias! ¿Sigues peleando con tus empleados?

–Lo de siempre –Se puso de pie para abrazarme y después de un sonoro beso, hizo aparecer de la nada, una bolsa plateada.

Abrí los ojos al reconocer las dos letras entrelazadas: destrocé el empaque con impaciencia y encontré un conjunto de D&G en negro y plateado: Una camiseta negra ajustada con breteles negros bordados con el logo de la marca, cartera y anteojos repitiendo el logo.

–¡Gracias! ¡Es fantástico!

–Sabía que te iba a gustar.

–Esto debe salir una fortuna –dije probándome los lentes de vidrios oscuros frente al espejo. Selena chasqueó la lengua mientras se ajustaba las calzas.

–Te lo mereces. ¿Qué más te regalaron?

Me deshice del conjunto deportivo, sosteniéndolo con una mano y el bolso en la otra.

–La camiseta y el equipo de gimnasia, estas zapatillas y el bolso. Mis amigas me regalaron un par de botitas blancas. ¡Ah! Y un libro.

–Había pensado en zapatillas como otra alternativa.

–Pero esto –dije colgándome la cartera y exhibiendo la bolsa– ¡Es fabuloso! ¡Gracias!

Entramos a la sala Pilates para iniciar la rutina bajo las indicaciones de la instructora. Después de casi un año de práctica sin interrupción, nos castigaba sobre las camas, haciéndonos sentir el rigor de su yugo, en el camino de las ancianas por querer mantener las curvas en su lugar contra el paso del tiempo y el efecto de gravedad. Terminábamos extenuadas y doloridas, pero felices con los resultados.

Lie to me - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora