Forgive me - Capítulo 15

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|El color del miedo|

Camila despertó desparramada al borde del colchón, con un brazo colgando de la cama, sus dedos rozando el piso con alfombra. Del otro lado, el peso cambió e hizo que se moviera apenas. David se había levantado. La alarma en la mesa de luz opuesta se activó, pero de inmediato fue silenciada y unos pies rasparon la alfombra mullida hasta llegar al baño.

Giró sobre sí, reacomodándose sobre su espalda e inspiró con fuerza mientras se estiraba. Tenía las sábanas enredadas alrededor del cuerpo, pero no estaba desnuda. Se incorporó sobre un codo y el movimiento disparó el dolor de cabeza que se correspondía a la resaca. Se apretó los ojos con ambas manos y hundió la cabeza en la almohada, como si eso fuera a hacer desaparecer el dolor. Necesitaba un analgésico urgente.

Pateó las sábanas y se sentó, mirándose iluminada por la luz de la mañana. Su ropa interior y bata seguía ajustada a su cuerpo como la noche anterior: se había quedado dormida. Aprovechó el dolor de cabeza como elemento de auto tortura al tiempo que se desnudaba. Si lloraba, podía echarle la culpa a ese dolor y no a otros, que ya no tenía fuerza para seguir sosteniendo. Se calzó la vieja salida de cama de algodón y bajó a la cocina. Activó la cafetera, se sirvió un vaso de agua y se tragó dos analgésicos.

Miró el lavavajillas en espera y decidió hacer buen uso de su tiempo en vez de seguir lamentándose, guardando los platos, pero al abrir el aparato, se dio cuenta de inmediato que todo seguía tan sucio como a la noche. Bueno, no tanto, cuanto menos estaba enjuagado. Se dejó caer de cuclillas recordando que, en efecto, había olvidado incluir la pastilla de detergente en el aparato. ¿Tan borracha estaba? ¿Con cuánto, tres copas de vino? ¿No se suponía que el alcohol sumado a antibióticos sólo daba como consecuencia anular los efectos benéficos del medicamento, no un paso previo al estado comatoso?

Cerró la puerta del lavavajillas con demasiada fuerza, haciendo tintinear vasos, copas y platos. Buscó el detergente y lo colocó donde debía, como debía. Activó el aparato y se fue enojada consigo misma, de vuelta a su habitación.

David ya salía cambiado y se quedó con la boca abierta y la palabra colgando de los labios cuando ella pasó de largo al baño sin siquiera un buenos días. No cerró la puerta y él se acercó sin entrar.

—Buenos días.

—Buenos días —Enarcó una ceja como ineludible pregunta y ella le dio la espalda en silencio, como única respuesta. Dejó caer la salida de baño al piso, sin un solo gesto erótico en esa desnudez, se metió en el cubículo de la ducha y cerró la mampara. David suspiró con fuerza, con suficiente fuerza como para que ella lo escuchara bajo el spray de la ducha.

—¿Quieres que despierte a Dalia?

—No. Yo me encargo.

—Ok. Te veo más tarde —Se estiró sin poner un pie en el baño y cerró la puerta, marchándose.

Camila se apoyó en la pared de la ducha e hizo un esfuerzo para llorar, para sacar de adentro la frustración y el dolor, pero no hubo una sola lágrima.

¿Qué? ¿Ya estaba muerta o sólo anestesiada? ¿Tan acostumbrada estaba al rechazo y la decepción que no tenía más reacción? No. No era eso, su cuerpo no estaba sufriendo, era sólo su mente. Lo más profundo de ella seguía enredado en los hilos del sueño, la fantasía, y aun cuando su corazón estuviera empeñado en sabotearla, la caricia del agua sobre su cuerpo, el jabón deslizándose sobre su piel, traían ese recuerdo y podía negarlo una vez más y seguir contando, pero nada cambiaría la realidad ¿Cuál? ¡Ah, sí! Que no había otra manera de tenerla que no fuera en el limbo entre la realidad y un sueño, que no podía tocarla más que como una ilusión, y que su única satisfacción, estaría dada por el reflejo de un recuerdo. Nada más, nada menos.

Lie to me - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora