Capítulos Extras |22|

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|Jauregui Cabello|

En un momento estaba en el aire y un segundo después, detrás de su reflejo en un vidrio, la gente se movía rápido de una cuna a la otra, de un bebé al otro. Sabía que sus hijos estaban allí, abriéndose camino a la vida, peleando por vivir. No tenía detalles y no sabía si estaba preparada para recibirlos, solo se quedó ahí, de pie, mirando sin ver, tratando de no estorbar.

Dicen que cuando te estás muriendo toda tu vida pasa como un flash por delante de tus ojos. Hay tantas maneras de morir.

El recuento de su vida empezaba y terminaba con esa mujer que había cambiado su destino para siempre. Ella, su sonrisa, su pasión, su locura. Camila, su reina de belleza, su amante, su alma, la persona que le había hecho soñar una vida diferente, que la había convertido en realidad. Ella era su vida.

Se sintió perdida, sola, débil. Ella, que para el mundo estaba en la cima, en lo más alto, que con sólo chasquear los dedos podía tener lo que todos quisieran: fama, dinero, mujeres, influencia, poder. Ella, se sentía sin nada. No podía hacer nada. Estaba ahí, ignorada en un costado mientras lo que en verdad era importante se llevaba a cabo. Otros, desconocidos, hacían lo que ella no podía, recibiendo mucho menos reconocimiento por ello. Luchaban con todo lo que tenían por devolverle la razón de su existir.

Las imágenes se sucedían y los recuerdos fluían. El primer encuentro en el aeropuerto, donde se quedó sin palabras. Camila no era la chica de la foto, era cien veces más apetecible e irresistible, por hermosa y por prohibida. La cercanía de ese primer beso que no fue y la desesperación después del accidente. Lo irracional e imposible de esas sensaciones, el miedo a perderla, el sentido de propiedad. Los malabares que hizo para tenerla, la locura del viaje a España y las tardes clandestinas en el Soho. La dicha de ser su amante... ¡Ella! Que tenía a todas las mujeres a sus pies, que estaba logrando en meses lo que a otras personas les llevaba años, una vida entera y, aun así, quizás no lo conseguían. Pero sí... ella había caído en la mortal trampa del amor y no pudo luchar por ello a tiempo.

Todavía le dolía la noche del estreno en Los Ángeles. Recordaba cada momento... cada estúpida, maldita y vacía palabra que había dicho. Sentía cada error cometido clavársele en ese instante, todavía más profundo. Ella hizo todo para perderla. Y lo consiguió. Después, su inmadurez y su soberbia hicieron el resto.

Y, sin embargo, ahí estaba. Con un anillo de platino en la mano izquierda y su destino pendiendo de un hilo delgadísimo.

Quizás era el momento de pagar sus deudas, sus errores. Con todas sus idas y venidas, recuperarla fue titánico, pero lo consiguió. Y de estar sola en la cima del mundo, pasó a tener su propia familia. Tenía la mujer y la hija que ni siquiera en sueños podría haber imaginado. En el medio de su bizarra y difícil familia disfuncional, además de tres hijastros tenía tres amigos, con los que podía compartir una noche de música, películas o anécdotas. Los niños eran tan transparentes como su madre y aunque les había llevado un tiempo acomodarse, en especial con Damián, todo fluyó de la mejor manera. Lo que no podían decir con palabras, la música se encargaba de enlazar. Dylan la aceptó casi con indiferencia y Drew... ¿qué decir de Drew? Sin él, quizás nada de eso hubiera sido posible. Él anticipaba las situaciones y era puente de mediación, encontraba las palabras justas para explicar situaciones inverosímiles y le daba un cauce normal a todo eso, que en poco más de un año estaba más cerca de la casa de los Locos Adams que de los Jauregui Cabello y Benson.

Y llegaron los mellizos. ¿Podía acaso ser más feliz?

Las imágenes la llevaron a la realidad y dio un paso al frente, tomando las riendas de la situación. Una enfermera la miró a través de la ventana y se acercó a una puerta lateral para llegar a ella.

Lie to me - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora