Forgive me - Capítulo 19

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|Apuesta arriesgada|

Camila vagó por las calles de Londres, sumida en sus propios pensamientos, debatiéndose entre sus opciones, si es que las había, con las voces de su mente, como si de pronto varias de ellas se hubieran congregado en una reunión de directorio para decidir los pasos de su destino.

Cuando llegó al curso de Dalia, el camino estaba lleno de automóviles y buses escolares. Pues ahí mismo estaba el jardín de niños. Quizás había algún tipo de excursión, niños que llegaban o partían. La puerta estaba llena de padres y los grupos de alumnos estaban cerca de la reja con sus respectivas maestras. Tuvo que avanzar dos calles más hasta encontrar un lugar donde estacionar y bajar para ir a buscar a la niña.

A medida que se acercaba, veía padres que se estaban despidiendo de sus hijos y se le hacía complicado llegar hasta la puerta de entrada. No era la única. La mayoría de los padres de los compañeros de Dalia estaban allí, demorados como ella, por la misma razón.

—Hola, Camila.

—Hola, Sarah. ¿Cómo estás? ¿Qué pasó?

—Niños que llegan, niños que salen. Se demoró un grupo y obstruyó todo el camino. Los nuestros están más allá —Intentó mirar por sobre la multitud pero no pudo encontrar la cabecita de Dalia, mezclada entre otras tantas como la de ella. Se acomodó la cartera al hombro y esperó detrás de la madre de Christopher, su turno para acceder a la puerta.

Dos personas antes de llegar, la maestra de Dalia la saludó con la mano y giró para llamar a la niña, y mientras Camila miraba al grupo, donde reconoció a varios de los niños de su sala, su corazón se detuvo.

Dalia no estaba allí.

Empujó a las dos madres que la precedían y llegó hasta la reja, mientras la maestra, con la misma expresión de terror que ella, revisaba el grupo a cada paso que daba. Las dos miraron a un costado, más allá del tumulto de padres, reconociendo la figura diminuta, delgada y castaña, con su mochila de princesas calzada en los hombros, agarrada de los barrotes de la reja, hablando con una desconocida que estaba de cuclillas frente a ella, en la misma posición: sus manos rozando las de la niña, sus caras, enfrentadas, definidas en el mismo perfil, con una sonrisa cómplice y palabras que se perdían en el medio de la multitud.

El mundo se detuvo. El tiempo se detuvo.

La maestra corrió hacia Dalia y Camila a la joven con anteojos oscuros y pantalones rotos en la rodilla, las dos con el nombre de la niña escapando en un grito. La misma desesperación por diferentes razones, un miedo en común con sentidos opuestos e idénticos a la vez.

Como todas esas situaciones que parecen demoradas en una filmación, las dos parecían no poder alcanzarlas y ellas ignorarlas, en su burbuja personal. Pero ¿qué podía pasar con una reja con alambrado separándolas?

La maestra tomó en brazos a Dalia y le habló despacio, explicándole que no debía hablar con desconocidas, mientras la llevaba de regreso con su grupo y rezaba en su fuero interior que la madre de la criatura no hiciera un escándalo que le costara el puesto. Ni siquiera se molestó en mirar a la extraña, estaba demasiado preocupada por su propio descuido y las consecuencias.

Camila frenó a un paso de la muchacha que se ponía de pie y la miraba sin sonreír. Completó toda su altura y tuvo que mirar hacia arriba para poder llegar a su mirada, todavía cubierta por los anteojos opacos. Podía no sonreír, pero su expresión era de felicidad contenida.

—¿Qué haces aquí? —le dijo ahogada, con los dientes apretados, mirando con disimulo alrededor, a la gente que estaba poco y nada interesada en ella y sus paranoias.

Lie to me - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora