Capítulos Extras |4|

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|11:13|

David apoyó los codos en su escritorio y se masajeó el cuero cabelludo. Había sido un día desastroso, corriendo de un lado al otro, llevando y trayendo a los niños, ir al hospital, sacar a Camila de allí, llevar a su madre de vuelta a Dover, y regresar para cenar un sándwich mientras ponía al día los números de las cafeterías. Era un momento de expansión y él no iba a poner el pie en freno. Pero eso implicaba más trabajo, logística, empleados, inversión y supervisión. Él podía hacerlo y contaba con Noel para ello, pero las últimas semanas, con la enfermedad de Dinah, la ausencia de Camila ponía en evidencia todas las cosas invisibles que hacía... y que Dios lo perdonara, jamás reconocía. Pero que nadie lo escuchara decirlo en voz alta.

Cerró la laptop y apagó la luz antes de salir de su oficina. Las habitaciones estaban en silencio y con las puertas cerradas. Eran casi las 12 de la noche y los niños habían excedido en una hora su horario habitual para ir a dormir porque estaban con los primeros exámenes del semestre. Damián estaba teniendo problemas en matemáticas y Dylan con Literatura. Y los dos se negaban a que Drew los ayudara. Eso sería mucho más sencillo y económico que sendas maestras de apoyo, y su hijo menor, además de ser un genio, tenía una clara tendencia a enseñar. Era claro, conciso y práctico. Una pena que sólo tuviera 7 años.

De la única puerta entreabierta salía una luz rosada y una melodía suave. Camila debía estar alimentando a Dalia. Se sentía culpable por haberla obligado a dejarla en la casa y alimentarla con biberón, pero no estaba dispuesto a arriesgar la salud de su hija en un hospital. Y Camila estaba más allá de toda capacidad de decisión. Como siempre, él tenía que intervenir y poner las cosas en orden. Su esposa pasaba casi todo el día en el hospital, junto a su amiga en agonía y Robert, su pareja. ¿Qué podía decirle? Si de algo no se podía quejar él era de suegros o cuñados o insoportable familia política. Dinah era la única familia de Camila y él también la quería, no iba a tapar el sol con un dedo. Era una buena mujer, trabajadora, honesta, buena amiga y la madrina de su hija menor. Que tuviera un pésimo gusto con los hombres no era su problema...

Se asomó a la habitación y espió por la hendija entre la puerta y la pared. Camila estaba allí, amamantando a Dalia, en el sillón tapizado que Noel le había regalado. Siempre en los pequeños grandes detalles. ¿Sería muy tarde para llamarlo?

Desde donde estaba podía notar como Camila había bajado de peso y su palidez acentuaba sus ojeras. Dormía mal, comía peor, estaba en el peor ambiente, propensa a enfermarse. Y como si eso fuera poco, estaba probando cuanta receta le pasaban para no perder la lactancia. La había sorprendido vomitando en el baño después de tomarse un cóctel de levadura y un té chino que sólo Dios sabía de dónde sacó.

Volvió sobre sus pasos y giró hacia su habitación. Tomaría una ducha y se acostaría. Necesitaba descansar. Ni bien entró, el teléfono de Camila, conectado al cargador, hizo un sonido de entrada de mensaje. Miró su reloj. No fue curiosidad lo que lo movió hacia el tocador, sino la certeza de la noticia.

Leyó el texto. Era de Robert. 

"Se fue. 11:13"

Lo dejó donde estaba, sin desconectarlo. Se rascó la cabeza, y mientras diagramaba todos los escenarios posibles para esa noche y los próximos dos días, se encaminó al baño para llenar un vaso con agua y sacar los calmantes que alguna vez usó Camila durante sus épocas de embarazo, en tanto su corazón, apretado por la pérdida de un ser humano excepcional, elevó una plegaria por el descanso de su alma. Cerró la puerta del baño, bajó la tapa del inodoro y se sentó para teclear un mensaje rápido.

"Dinah murió."

La respuesta no se demoró.

—Hola. ¿Cómo está Camila?

Lie to me - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora