Lie to me - Capítulo 17

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|El precio del amor|

Desperté dos segundos antes de que la alarma sonara. La cama estaba vacía y el único sonido que rompía el amanecer era el agua golpeando contra la pared del baño contiguo.

Estaba por saltar de la cama, cuando lo vi salir, y mi primera reacción fue ocultar que ya estaba despierta. Temblaba bajo las sábanas fingiendo dormir y me reacomodé de espaldas al vestidor por si resultaba ser una pésima actriz.

El tiempo se arrastraba y yo solo quería empezar a prepararme para lo que venía. Me sentía una adolescente de quince imaginando todos los escenarios posibles para ese encuentro. Todas las alternativas hacían que la adrenalina licuara mi sangre y mi corazón rozara la taquicardia: como llegaría, donde nos encontraríamos, como sería ese primer momento, como estaría vestida, que traería como equipaje, cuáles serían sus primeras palabras, de que hablaríamos en el camino.

El peso en mi cama cambió y abrí los ojos cuando una mano se acomodó en mi hombro.

–Me voy –susurró David en mi oído y dejó un beso entre mi pelo.

–OK –murmuré–. Suerte.

Sus pasos se alejaron y la puerta se cerró despacio. En el medio de la oscuridad, el clic de la cerradura fue como el disparo de salida para los cien metros llanos más que una maratón. Salté de la cama y en dos zancadas llegué al baño; la ducha fue apenas un rocío para despabilarme y refrescar mi piel. En menos de cinco minutos estaba afuera, envuelta en una toalla, sacando el vestuario elegido para la ocasión.

La ropa elegida bajo el experto asesoramiento de Bobby me calzó a la perfección, y giré varias veces sobre mis pies para apreciarme de todos los ángulos posibles: Jean cargo negro, una camiseta blanca manga larga, y la chaqueta negra que hacía siglos que no utilizaba. Mi escala en el tocador fue breve: máscara de pestañas y apenas un poco de brillo labial. El tratamiento quita–años a base de chocolate era milagroso: estaba radiante. Pero por desgracia, era lo único que brillaba esa mañana: un vistazo por sobre el desastre de mi habitación, para ver más allá de la ventana, me devolvió un rápido paneo al clima, estaba lloviendo. ¡Diablos!

Los ruidos habituales de la casa empezaron, y me alertaron de la hora como una alarma de bomberos. Relojes cobrando vida, pequeños pies que bajaban de sus camas, la ducha externa repiqueteando. Salí corriendo de la habitación escaleras abajo para preparar los desayunos. Ya había aroma a café recién hecho, así que tendí la mesa, los tazones habituales de cada uno de los niños y las cosas que gustaban desayunar para comenzar un buen día.

Terminada esa faena, volví a correr escaleras arriba. Limpié el baño, estiré la cama, guardé la ropa y elegí una cartera que combinara con mi vestuario del día. Cambié todo el contenido de una a otra, guardé el teléfono móvil, mis dos cosméticos de batalla y la agenda. Me detuve frente a la puerta e inspiré profundo, tratando de bajar el ritmo de mi corazón.

Ya en la cocina, uno a uno, los niños fueron bajando preparados con sus uniformes y mochilas. No hacía mucho yo me encargaba personalmente de vestirlos y prepararlos, fue en un parpadeo que ya no necesitaban mi ayuda y David los auspiciaba a ser ordenados e independientes. Damián fue el primero en darse cuenta de que estaba diferente ese viernes.

–¿Y papá? –preguntó mientras se sentaba.

–¿No nos va a llevar? –indagó Drew.

–No. Tenía algunos trámites que hacer y tenía que salir más temprano. Están atascados conmigo –La cara de desilusión de los tres me apaleó. Ese tiempo con su padre era muy apreciado, nunca antes había notado cuanto–. Es solo por este viernes.

Lie to me - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora