Forgive me - Capítulo 13

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|Como un fantasma|

Lunes amaneciendo y parecía que el mundo seguía girando pese a todo. Por lo menos así lo parecía cuando el sol traspasó los cortinados de la habitación. Todo parecía igual, incluso esa enorme cama que cada vez más seguido estaba vacía. Camila se estiró y se sentó antes de terminar de abrir los ojos.

Encendió el piloto automático de su cuerpo, entró en la rutina cotidiana y bajó por combustible antes de iniciar la jornada: Café. Se detuvo en la entrada de la cocina cuando vio la sombra de su esposo moverse en silencio.

Entrecerró los ojos para verificar la hora en el reloj de pared, no podía ser tan temprano. No, era el horario habitual en que se levantaba, el horario en el que David ya se había marchado a trabajar. Ya era una costumbre. Sin darse vuelta, sacó la jarra de la cafetera y vertió el contenido, caliente y aromático, en su taza de siempre y completó la suya.

—Buenos días —dijo mientras giraba con ambas tazas en la mano y las apoyaba, una frente a la otra, en la mesa. Camila seguía mirando todo como si se hubiera equivocado de cocina, de casa, de vida. Sacudió apenas la cabeza y se movió tomando asiento frente a la taza humeante.

—Hola. Pensé que ya te habías ido —Él ni siquiera se molestó en registrar la respuesta. Bebió de su café sin dejar de mirarla con preocupación, analizando su rostro.

—¿Cómo estás?

—Bien —dijo encogiéndose de hombros. Acostumbrada sería la respuesta adecuada pero esa palabra se convertiría en la aguja afilada para romper la burbuja de esa mañana. Todo solía desarrollarse de esa manera. Una gran discusión, una pelea, una noche de llanto y después, como al pasar una gran tormenta, la calma, como si nada hubiera ocurrido, siempre escondiendo los escombros debajo de la alfombra.

—¿Cómo viene tu día hoy? — ¡Diablos! ¿Estaba muriéndose y no se había enterado? ¿A qué venía ese cambio de actitud? Camila reguló su respiración e intentó pisotear la sorpresa para responder con adecuada calma.

—Normal. Dejaré a Dalia en el jardín de niños y después iré al gimnasio. No tengo ningún plan para la tarde —Su voz sonó ilusionada, dejando la puerta abierta a la invitación, a una tarde en familia. No quería presionar su buena suerte y Dalia siempre era un nexo fuerte entre los dos.

—Yo tengo un día ocupado...

—Oh... bueno —David se puso de pie y terminó de beberse el café antes de dejar la taza para lavar. Pasó junto a ella camino a su habitación, para bañarse y cambiarse, y acarició con suavidad su hombro.

Camila miró esa mano tocarla despacio y desaparecer y se quedó quieta, esperando despertar. ¿Estaba perdiendo la razón, la noción de realidad? ¿O él seguía sus pasos en el peligroso límite entre la locura y la bipolaridad?

Se recostó en su silla con las manos entrelazadas sobre la taza de la que bebía con parsimonia. Quizás sólo se dio cuenta de sus errores el fin de semana, pero como buen macho orgulloso que era, jamás lo reconocería. Entonces ¿qué pasaba? Nada. Todo seguía igual, como si nada hubiera pasado.

¿Y si no era culpa, sino lástima? David odiaba verla llorar y eso reblandecía cualquier aspereza entre ellos. Si él supiera que no era por él por quien lloraba. Pero la pregunta del millón era: ¿qué hacer? ¿Debía seguir el juego y mantener el Status Quo de su vida o debía exigir explicaciones, pelear y seguir peleando hasta que alguno de los dos pegara el portazo y dijera: no va más?

En ese tren de pensamientos estaba cuando volvió a sentir la mano de David en su hombro, esta vez más firme. Levantó los ojos inclinando la cabeza para atrás.

Lie to me - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora