Lie to me - Capítulo 41

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|Mi guitarra sangra entre mis brazos|

Salté la rutina del viernes y llevé a mis hijos al colegio. David no preguntó por qué. Su saludo fue más frío e impersonal que el de todos los días. Salí de la casa con la ropa más gastada que tenía y el pelo atado en una cola de caballo. En un bolso llevaba mi vestuario para el festejo y todo lo que necesitaba para que las horas que nos quedaban por delante fueran el mejor recuerdo al que las dos pudiéramos aferrarnos cuando nos tocara decir adiós.

Lo primero que hice al entrar al departamento vacío, fue verificar que ella no estaba, y que su regalo seguía allí. Dejé mi bolso en la habitación y encaré mis actividades de esa mañana con rapidez.

Compré todo lo que necesitaba para hacer su plato favorito: pastas con salsa rosse, helado de chocolate para el postre y unas fresas fabulosas que encontré en la frutería cercana al departamento. Me detuve en el puesto de flores de la esquina y compré dos ramos de flores surtidas.

Subí corriendo cargada con las bolsas y dejé todo en la cocina. Dejé mi ropa en la habitación y, descalza, me dediqué a limpiar los pocos muebles que teníamos, la cocina y el baño; cambié las sábanas por unas nuevas, 500 hilos de puro algodón egipcio, colgué toallas nuevas, acomodé las flores en dos floreros de cristal que había llevado. En dos horas tenía todo listo y estaba agotada.

Tomé una ducha rápida y me vestí con la ropa que había preparado para esa ocasión: un vestido negro corto, sandalias altísimas y nada de ropa interior.

Con el cabello todavía mojado, fui a la ventana central. Sentí la brisa fresca mover las cortinas, pero estaba demasiado acelerada para sentir frío. Me senté en el sillón blanco y escondida tras los lienzos de gasa blanca, me relajé mirando a la gente pasar mientras la esperaba.

En ese momento, un taxi se detuvo. Lauren bajó en la vereda de enfrente con dos pequeñas bolsas blancas, sosteniendo el teléfono con el hombro mientras le pagaba al conductor y después se acomodaba los anteojos oscuros que usaba. Pasaba desapercibida y disfrutaba ese anonimato.

Hablaba como iluminada, estaba feliz. Miraba al piso y estallaba en risas como si estuviera sola, como si no hubiera nadie alrededor para presenciar su gloria. Levantó la bolsita con una mano como si le estuviera hablando, o como si estuviera hablando de ellas con su interlocutor del otro lado. Miró para ambos lados de la calle para cruzar sin levantar la mirada a la ventana donde estaba. Mi corazón se disparó de emoción al encuentro.

Corrí a la mesa y verifiqué que todo estuviera en orden. Cerré los postigos de la ventana, dejando la sala en penumbras, mi puesta en escena oculta en la oscuridad. Me oculté en el rincón más oscuro, el mismo que había elegido el día de nuestro reencuentro y esperé su llegada. Entró hablando por teléfono.

–Claro, yo también estoy ansiosa. No puedo esperar a llegar –Su voz sonaba emocionada. ¿En verdad quería volver? ¡Claro que quería! Era su momento de gloria, de cosechar lo que había sembrado–. Ya te lo dije, todo depende de ti.

Cerró la puerta tras de ella y percibió el cambio en el ambiente. Su tono de voz cambió y la conversación tocó su punto final.

–Te llamaré esta noche.

Cerró el teléfono y fue hacia la habitación. Me adelanté un paso a la mitad de la sala y allí la esperé. Sin encender una luz, adivinó mi presencia.

–¿Una fiesta de despedida?

–Llámalo como quieras.

–Linda ropa.

–¿Te gusta? –dije tocando el tirante del vestido y bajando la mano por sobre mi pecho.

–Sí. Pero te quiero desnuda –Jamás pensé que mi cuerpo podía reaccionar tan rápido a un comando sin intervención del cerebro. Porque era mi cuerpo el que actuaba.

Lie to me - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora