Lie to me - Capítulo 39

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|Si yo fuera tu madre|

Tenía los ojos abiertos cuando sonó el despertador. Casi no había podido dormir, emocionada y asustada por las posibles presentaciones de esa mañana. Había elegido mi vestuario al detalle, buscando el equilibrio necesario para no parecer una vieja cuarentona queriendo pasar por adolescente. ¿Estaría su madre allí? ¿Cómo sería ese encuentro? Podía querer disimular con la ropa y la actitud mi edad, pero la realidad era una sola, y estaba segura de cuál sería la reacción de la mujer, porque sabía que yo reaccionaría igual o peor. Hice el camino que había memorizado hasta Hertford después de llevar a los niños al colegio. Saqué de mi cartera la barra de chocolate abierta que me había quedado del día anterior y la devoré en el camino entre el terror y la ansiedad.

En cuanto doblé la esquina, la vi sentada en el porche de su casa. Por suerte no llovía. Ya estaba fumando y se puso de pie en cuanto estacioné, cerca de la esquina. Se adelantó para abrir la puerta de mi camioneta, sin embargo, yo no me moví. Había hecho todo el camino debatiéndome en cómo afrontar ese momento, y el miedo hizo su trabajo atornillándome en el asiento. Busqué en mi bolso una nueva barra de chocolate y la abrí despacio, sin sacarme el cinturón de seguridad, estableciendo que no pensaba salir de la camioneta.

-Buenos días, amor.

-Buenos días. ¿Ya tienes todo listo?

-Sí. Vamos -dijo sacando la barra de chocolate de mi mano y tirando hacia afuera

-¡Ey! ¡Eso es mío!

-No sabía que te gustaba el chocolate. Es un buen dato para cuando nos peleemos: flores y chocolates.

-No es necesario que peleemos para que me regales chocolates -Estiró la mano hacia el broche del cinturón y lo destrabó. Cuando me resistí a bajar, entrecerró los ojos y frunció el ceño.

-¿Qué pasa?

-Te espero aquí -dije volviendo a acomodarme en el asiento aferrándome al volante. Volvió a tirar de mi brazo sin moverme y se rió entre dientes.

-No te resistas.

-¿Qué vas a hacer? -dije enarcando una ceja.

Puso un pie en el parante de la puerta y se incorporó sobre el techo de la camioneta, mirando hacia su casa.

-¡Ey! Chris, ¿Me das una mano aquí afuera? -Miré aterrorizada por el espejo retrovisor mientras veía a su hermano, con mucha más fuerza que ella, caminar resuelto hacia la camioneta.

-¿Qué pasa? -dijo con las manos en la cintura, pareciendo mayor que nosotras dos.

-No quiere bajar -Lauren caminó pasando por al lado de su hermano, camino a la casa, dejando el tema, literalmente, en sus manos.

-Vamos, cobarde -Chris me agarró de la cintura, sacándome de la cabina, para inclinarse y hacer un mínimo esfuerzo para cargarme sobre un hombro.

-Pero... -Cerró la puerta de un golpe y caminó conmigo como si fuera una criatura. Me dejó sobre mis pies a metros de la entrada de su casa, justo al lado de Lauren.

-¿A qué le tienes miedo? -Lauren me sostuvo entre sus brazos apretándome a su lado mientras nos encaminábamos a la casa.

-Mmm -dije entre dientes mientras un escalofrío me recorría la espalda.

-Mamá no va a decir nada -acotó Chris con la sonrisa iluminando su voz a mis espaldas-. Lauren la tiene amenazada con que no volverá a casa si llega a hacer un gesto fuera de lugar -Lauren me besó la frente y entramos al pequeño jardín de la casa de dos plantas.

-Linda manera de empezar con mi suegra: bajo amenaza -murmuré. Los dos se rieron y Lauren me tomó de la mano para arrastrarme por las escaleras hasta la entrada de la casa.

La mujer dueña de la herencia de ambos, apretó los labios e hizo un esfuerzo sobrehumano para no gesticular. Estiró la mano y sonrió de manera forzada mientras Chris subía las escaleras de dos en dos.

-Hola, buenos días.

-Mamá, ella es Camila -Estiré la mano para saludar a la madre de Lauren. Ella siguió los pasos de su hermano, perdiéndose en el piso superior. Detrás de Clara aparecieron dos hombres, padre e hijo. Los tres me miraron en silencio y los dos hombres se adelantaron para saludarme, el asombro y la reprobación dibujada en sus rostros. Retrocedieron de inmediato, dejando que el silencio hiciera pareja conmigo. Clara y yo quedamos enfrentadas. Me miró de arriba a abajo e hizo un gesto para que avanzara.

-Tienes una casa muy linda -dije tratando de romper el hielo. La miré y enarcó una ceja, su careta de buena educación destrozándose contra el piso.

-Dios...

Clara dio media vuelta, desencajada, hacia donde suponía que estaba la cocina. Los dos hombres la siguieron y la puerta vaivén se cerró detrás de ellos. Metí las manos en los bolsillos y miré el piso. Mejor me ponía a ser útil para evadir el momento del demonio que estábamos viviendo todos, o por lo menos ella y yo. Levanté una caja y me marché hacia la camioneta para cargarla y empezar la mudanza.

Cargamos todo y nos despedimos de Chris para volver al departamento. Revolví mi cartera antes de arrancar. Puse la barra de chocolate en mi boca y encendí la camioneta. Lauren me miraba entretenida.

-¿Qué pasa?

-Te encanta, ¿verdad? -Mordí la tableta de chocolate saboreándola mientras se deshacía en mis labios y suspiré, asintiendo de placer-. ¿Por qué? ¿Te hace acordar a mí?

-Algo así.

-¿Algo como qué?

-Me ayuda a sobrevivir cuando no estás conmigo.

-Pero ahora estoy aquí -Sonreí perversa mientras le acariciaba la pierna.

-Y gracias a Dios por eso -Su mano capturó la mía y la apretó contra su pantalón. Cuando un semáforo nos detuvo, desabrochó su cinturón de seguridad para inclinarse sobre mí, buscando mi pecho con la boca por sobre la camiseta. Sus manos comenzaron a bajar dentro de mi pantalón cuando tuve que arrancar con luz verde-. Voy a chocar, no me distraigas.

Clavé los frenos en el siguiente semáforo: su cabeza rebotó entre mi pecho y el volante.

-Siéntate y pórtate bien -Levantó las manos en señal de rendición y se reubicó en el asiento de al lado, abrochando de nuevo el cinturón de seguridad. Respiré con fuerza y arranqué de nuevo cuando la luz estuvo en verde.

Habíamos cargado la camioneta hasta el tope y la descargamos completa antes del mediodía. Sin ordenar las cajas, incluidas las que había llevado yo con algunas cosas que ya no usaba, y otras que ni siquiera había estrenado, aprovechamos para comprar una lámpara y una mesa de luz, a dos calles de allí.

Al día siguiente recibimos mi pequeño aporte a nuestro nido de amor: un hermoso sillón de cuero blanco, de dos cuerpos, que colocamos debajo de la ventana principal de la sala. Ni bien lo dejaron, hicimos el amor en él antes de marcharme. La vida parecía, de verdad, un cuento de hadas convertido en realidad.

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Capítulo sin revisión final, si ves un error, hazme saber. Gracias por leer <3


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