|Deja que tu alma lleve las riendas|
–Espejito, espejito ¿Quién es la más linda del Reino? Tú mi reina. ¿Y encontraré el amor esta noche? Sí, mi reina.
Normani se miró al espejo después de terminar de delinear sus ojos, sonrió al terminar la última frase con la voz de ultratumba del espejo encantado.
–¡Ja! Lo dudo, espejito –pensó, sabiendo que conocía a todas y cada una de las personas que asistirían a esa fiesta; después de todo, ella las había invitado.
Cumplir 35 años era un hito. Y para ella, mucho más que eso. Cada cinco años su vida cambiaba para siempre.
A los 10 años... sacudió la cabeza salteando ese año. A los 15, no recordaba algún evento importante. A los 20 se había puesto de novia con Derek, a los 25 se habían casado, a los 30 se estaba divorciando. A cinco años de su divorcio, la lista de hombres y mujeres que habían pasado por su lista había crecido a varias hojas. Estaba empezando a creer que el príncipe azul ya no aparecería en su corcel blanco, tampoco ninguna princesa guerrera que lo diera todo por ella. Con los años sólo se había vuelto más demandante y menos flexible. Eso era algo que podía empezar a jugarle en contra.
La mejor forma de luchar contra una crisis de edad era pasarlo de la mejor manera y en los últimos años era el lei motiv de su vida, ya fuera volando en parapente o con un tremendo orgasmo; vivir la vida a pleno era lo único que la salvaba del fracaso de su matrimonio.
Suspiró pensando que Derek no estaría en su cumpleaños, por primera vez en quince años.
Pero, por supuesto, ya le había dado su regalo. Acarició el vestido de la última colección de Versace, completamente bordado en lentejuelas y cristales transparentes, con efecto degrade, que su ex esposo le había comprado para la ocasión.
Sonrió dándose cuenta que divorciarse fue lo más honesto y el mejor regalo que pudieron hacerse el uno al otro. Habían dejado de ser novios, amantes y esposos hacía ya mucho tiempo pero eran grandes amigos, no obstante, un matrimonio no es eso, o por lo menos no a los 30 años. El amor, el matrimonio, tenía que ser algo más, de eso estaba convencida.
–Ok espejito, una vez más, pero con sentimiento. ¿Encontraré el amor esta noche?
–Ya te dije que sí, mi reina. ¿Además de vieja, estás sorda?
Se rió sola girando sobre sí para salir del baño y buscar su abrigo de piel color champagne. Le daría un voto de confianza al espejo encantado, pero si esa noche llegaba a ser un fracaso, encontraría su lugar en el depósito de los trastos viejos.
.....
Buscó las llaves de su automóvil, había considerado no llevarlo, para darle un empujoncito a la suerte y forzarla a buscar una manera de retornar a su hogar después de la fiesta, pero se dejó llevar por lo habitual.
Quería hacer una fiesta de disfraces, pero nadie la apoyó en el evento, así que salió por la tangente común de cena y baile, pero no sería ella si no era algo distinto. Un crucero por el Támesis. Después de la cena, el baile se desarrollaría mientras el bote navegaba. Había conseguido muy buenos descuentos para la organización de la fiesta, pero aún así, su cuenta bancaria había bajado varios ceros.
Llegó al salón Blanco y tomó la carpeta con la lista de invitados para darle un último vistazo. Doce mesas, de las cuales cinco eran una selecta lista de sus últimas conquistas.
Cinco mesas con el personal más cercano de su trabajo en la editorial Illusions, incluyendo al dueño y los jefes de departamento, una mesa con algunos compañeros de la secundaria y la universidad, todos casados.
Y su mesa. En ella estaba su gente, su familia. Su madre había decidido irse en un crucero de solas y solos por Grecia que– OH, casualidad, –coincidía con la fecha en que la había traído al mundo.
Sus amigas estarían allí y su festejo sería completo. Si esa mesa no era el epítome de la felicidad, tendría que convocar una junta de evaluación de definiciones en el diccionario.
Dinah había encontrado el amor, por fin, en los brazos del galán de la editorial. ¿Quién lo diría? Robert ahora era parte de su grupo de una manera impensada. Pensar en ese amor le llenaba el pecho de sensaciones maravillosas. Camila, la chica del cuento de hadas, con su familia de ensueño, asistiría con su esposo y su hija mas pequeña, Dalia. Ally iría con John, su marido por 25 años, un matrimonio estable y feliz, un hijo maravilloso que los honraría con su presencia y que a sus 20 años les daba el permiso para reavivar el romance en sus vidas, y en eso estaban.
El muchacho había aceptado la invitación, sumándose al festejo. Sonrió recordando la última vez que lo vio, en casa de Ally hacía casi dos meses. Había tropezado dos veces, pero ya no era el adolescente torpe que recordaba. Seth iba camino a ser un gran hombre, como su padre. Eso estaba a la vista. El orgullo de su madre, pensó mientras acomodaba el cartel de Seth Taylor escrito en negro sobre la cartulina roja, contrastando contra el mantel blanco.
Sus pensamientos se reubicaron cuando escuchó a sus espaldas la voz del hombre de la recepción saludando a sus primeros invitados.
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-Seth Taylor
-John Taylor
Capítulo sin revisión final, si ves un error, hazme saber. Gracias por leer <3
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Lie to me - Camren G!P
Fanfiction+Historia temporal. Recuerda que es una historia publicada de manera privada, por lo que necesitas seguirme para acceder a todos los capítulos. Una vez que leas toda la historia, puedes dejar de seguirme si así lo deseas. Si no te aparecen los capít...