Lie to me - Capítulo 40

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|Viviendo en pecado|

Dos semanas de puro ensueño, nuestra vida en el cúmulo del placer y la gloria. Podíamos pasar horas haciendo el amor, durmiendo abrazadas, charlando de cosas irrelevantes o importantes, o quedarnos en silencio mirándonos a los ojos, entrelazando nuestras manos sin mucho más que agregar. A veces ella tocaba la guitarra o componía mientras yo me entretenía ordenando lo que ella revolvía en mi ausencia, o me sentaba junto a ella a escucharla, ensimismada en su imagen o con los ojos cerrados.

Me sentía tan completa, tan feliz, la dicha no tenía principio ni fin, un espiral infinito en los que su corta ausencia era el combustible necesario para extrañarla y desearla aún más, si eso era posible, la devolución de este sentimiento apasionado hacía brillar mis días como una interminable mañana de verano, tan perfecta como ella.

Había enmarcado nuestra foto con los niños en el aeropuerto, tan parte nuestra, algo que había decantado como una cosa normal en la vida en pecado que llevábamos, algo que hacía tangible lo surreal. Mi matrimonio se derrumbaba en pedazos ante mis ojos y yo no podía más que contemplar el desastre como ajena espectadora, mientras una nueva vida se edificaba con los cimientos de una mentira.

Había una voz lejana que me instaba a volver a mi camino, porque despertar de ese sueño iba a ser violento y doloroso, pero no me resignaba a perder ni un segundo de mi brillante sensación de caminar entre las nubes de su mano.

Pero nada dura para siempre, y nuestra burbuja de pasión estaba por encontrar su final.

...

Jueves, el último día de gloria, porque los viernes solían ser devastadores para las dos. Siempre había una excusa para una discusión, una pelea y, por suerte, también una reconciliación. Pero, de alguna manera, este jueves no venía con su carga habitual de felicidad. El momento se acercaba. Lauren tenía que volver a Los Ángeles para comenzar con la promoción de la película. Si no era ese fin de semana, sin duda sería la siguiente. Ya le habían enviado el cronograma de actividades pre y post estreno y estaría volando por todo el mundo, como mínimo hasta Navidad.

Las dos nos ilusionábamos con promesas diferentes. Ella, convencida de que yo estaría a su lado en Los Ángeles en la premiere, y yo la tendría de vuelta para el estreno en Londres.

Detuve la camioneta en la puerta del colegio, pero ninguno de los tres niños a bordo hizo un movimiento para bajar.

–¿Qué pasa?

–Tienes que firmar las autorizaciones tú también.

–¿Autorizaciones? –Como coreografiados, los tres extendieron sus manos con papeles blancos y la inconfundible firma de su padre en ellas.

–Para el campamento.

Agarré la hoja más cercana y leí la fecha. La única que reconocía hasta ese momento. La fecha del estreno en Los Ángeles. ¿Mis hijos no estarían en Londres ese fin de semana? Y después decían que Dios no ayudaba a los pecadores. Sin decir palabra saqué una lapicera de mi cartera y firmé las tres hojas con una sonrisa incomprensible. Tres besos llegaron a mi mejilla y bajaron de la camioneta con paso acelerado para mezclarse con el resto del alumnado. Las estrellas estaban alineándose a mi favor. Si necesitaba una señal, podía considerarlo hecho. No terminé de encender el vehículo cuando un mensaje de texto irrumpió en mi teléfono. Al leerlo, supe que tenía un sequito de ángeles cubriéndome las espaldas.

"Su pedido está listo."

El regalo de Lauren había llegado a Londres.

Pasé primero por StarB para hacer tiempo. Compré los vasos habituales de café que compartíamos cada mañana. Con el desayuno listo, partí rumbo al Soho. Estacioné la camioneta en frente del local donde había encargado su regalo. Ya lo habían envuelto y preparado para mí. Después de pagar, en efectivo, destrozando mi fondo oculto de dinero, aunque reservaba buena parte para utilizarlo en mi viaje a Los Ángeles, volví al departamento. Estacioné en la calle siguiente para no estropear la sorpresa.

Lie to me - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora