Lie to me - Capítulo 24

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|Campanas de libertad|

La adrenalina por lo que estaba pergeñando no me dejó dormir. La noche de insomnio, lejos de dejarme cansada, me encontró amaneciendo junto al sol, bañada antes de que sonara el reloj despertador de mi habitación, cambiada cuando mi marido se levantaba de la cama. Al salir de la ducha, mientras yo me calzaba las botas negras hasta la rodilla en lugar de mis eternas zapatillas, me miró suspicaz.

–¿Vas a la editorial?

–Sí. Dinah me consiguió una reunión para un trabajo nuevo.

–¿De verdad?

–Sí. Algo relacionado con traducciones, pero a otro nivel. Más de relaciones públicas, si se quiere. Más dinámico –Había repasado la mentira varias veces durante la noche, para que sonara lo más real posible. Busqué todas las alternativas que me abrieran la puerta de escape para ese fin de semana, y el trabajo terminó siendo la mejor opción. David se acercó hasta donde yo estaba y aguanté la respiración esperando los reclamos, cuestionamientos o las preguntas, cuyas respuestas ya tenía ensayadas. Sin embargo, su sonrisa amplia me desencajó por inesperada.

–¡Eso es fantástico, cariño! –Me abrazó brevemente para luego sostenerme de ambos brazos–. Me hace muy feliz que vuelvas a trabajar.

–¿De verdad?

–Si es lo que en verdad te gusta, lo que quieres hacer, ¡Adelante! –Estuve tentada de reformular la pregunta, pero temí que se diera cuenta de su error.

–Bueno, sí... es algo diferente. Pero los niños ya están grandes y ya no me necesitan como antes...

–Estoy de acuerdo –acotó mientras yo ensayaba mi innecesario discurso.

–Aunque no quiero dejar de ocuparme de los niños, es solo que... –Me hizo levantar la cara para mirarlo y hablo sin dejar de sonreír.

–Lo que tú quieras hacer, estará bien para mí. Te apoyaré –Tragué con dificultad sabiendo el significado de esas palabras, y lo que pesaba que él desconociera ese significado. Miró a sus espaldas y me soltó–. Voy tarde. Te llamaré después para ver cómo te fue.

–OK –Dejó un beso en mi frente y salió de la habitación. No quise demorarme ni pensar, porque hacerlo sería ponerme a racionalizar mi error. Otra vez esa vocecita molesta llamada conciencia estaba haciendo de las suyas, pinchando mi costado, así que, sin un pensamiento más, la corrí a un costado, y me hice de mis cosas para marchar a la planta baja.

Después de dejar a los niños en el colegio, hice una breve escala en la tintorería, para seguir al único lugar donde encontraría la ayuda y el apoyo necesario para llevar adelante mi felonía: la editorial.

Entré al estacionamiento subterráneo, saludé a la recepcionista y el guardia de seguridad, esperé el ascensor y marqué el número 10.

En el piso, silencioso excepto por un teclear constante que sumaba diferentes ritmos, atravesé el pasillo principal, mirando de reojo a los empleados trabajando. Ally estaba hundida en un libro y un cubículo más allá, Normani tecleaba sin pausa mientras sostenía el teléfono entre el hombro y la cabeza, hablando en alemán. El escritorio de Robert estaba vacío. Busqué una taza y preparé un café para mí cuando vi salir a Dinah del baño.

–¿Qué haces aquí tan temprano?

–Necesito hablar contigo –Me indicó el camino a su oficina con una mano y tomé asiento frente a su escritorio. Dejé mi cartera colgada en el respaldo de la silla y bebí un sorbo de café.

–¿Qué te pasa, Mila? ¿Estás metida en problemas? –Levanté los ojos de la taza y asentí. Ella me conocía mejor que nadie. Se apoyó más en su escritorio para poder hablar más despacio. –Háblame. Dime qué te pasa. No puedes seguir mintiéndome. ¿En qué estás metida? ¿Estás saliendo con alguien? –El alguien me hizo estremecer: no era alguien, era ella.

Lie to me - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora