Forgive me - Capítulo 22

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|Perdiendo la cabeza|

Una voz en su cabeza le decía que debía ir hacia donde la esperaban de inmediato, ahora... otra, mucho más poderosa, le ordenaba buscar la fuente de la música. Se detuvo en cuanto las puertas comenzaron a aparecer, con nombres en ellas rodeados de una estrella: los camerinos. Era definitivo que no era allí donde debía estar.

Giró despacio sobre sí y quedó enfrentada a una puerta igual a las demás, pero diferente. No tenía estrella, parecía arrancada del espacio que había ocupado y el nombre estaba escrito con un marcador negro: Lauren.

Su mano se separó con voluntad propia de su cuerpo y encontró su camino en el aire hasta el picaporte. Cerró los ojos y empujó la puerta. La música venía de allí. Ella conocía esa música, pero ¿de dónde?

Dejó que la puerta se abriera en su totalidad sin avanzar. Arrepentida antes de dar el primer paso, inclinó la cabeza adentro cuando nadie exclamó ante la invasión, eso le habría dado tiempo de desaparecer corriendo. La secuencia musical terminó y tras una breve pausa, comenzó de nuevo, programada para repetirse una y otra vez. La cadencia y la paz de las notas en las cuerdas de esa guitarra tiraron de ella como hilos imaginarios. Cerró la puerta apoyándose en ella mientras miraba alrededor.

Ese era su espacio, donde pasaba su tiempo entre las filmaciones, donde descansaba, donde preparaba su personaje. Cerró los ojos e inspiró profundo, queriendo capturar y robar el aroma del lugar.

Tabaco mezclado con perfume de vainilla. Su mente voló.

El lugar era pequeño y estaba en penumbras. A un costado de la puerta había un espejo y una mesa, típicos de los camerinos en los teatros, lleno de notas y fotos. Del otro lado había una pared con una cortina y un sillón sepultado bajo ropa y libros.

Se acercó a la mesa con el espejo y apoyó ambas manos allí. Un paquete de cigarrillos abierto, un cenicero lleno de colillas, una humeando todavía, una pequeña brasa terminando de consumirse bajo el hilo de humo que se disolvía a la altura de su hombro desnudo. Las llaves del automóvil y otro llavero que quizás sería de su casa. Un teléfono plateado.

Acarició la mesa y miró el espejo. Lo recorrió sin detenerse demasiado en las fotos y notas que había allí, bastante invasiva ya era su presencia sin autorización. Miró su reflejo y de a poco todo se oscureció. La razón dio un paso al costado y su imaginación voló, su cerebro abrió las alas del recuerdo y se vio a sí misma, con ese vestido negro, en un escenario distinto. En un silencioso grito de libertad, su cuerpo se liberó de las ataduras autoimpuestas.

Inclinó un poco la cabeza para atrás con los ojos cerrados. Mantuvo una mano apoyada en la mesa y la otra fue a su cuello, acariciando la piel estirada, sintiendo el movimiento de su garganta al tragar, del aire deslizarse por su tráquea, de la sangre golpeando en el pulso de su vena mientras su corazón se aceleraba en el recuerdo. 

Se mordió los labios al encontrarse con ese viejo calor enfebrecido, que recordaba pero ya no vivía, subiéndole por las piernas hasta el centro del pecho, como si una mano invisible estuviera deslizándose por sobre la tela, incendiándola. Giró el cuello y entreabrió los ojos: todo estaba oscuro y no pudo distinguir si era su mente o el entorno, o una combinación de ambas en su imaginación, el olor a tabaco parecía haberse intensificado, mucho más cerca de ella, saturando el aire a su alrededor.

Dejó que su imaginación tomara las riendas, dejó que el recuerdo la llevara donde quisiera. En el vértigo del poco alcohol que había impregnado su cerebro, cerró los ojos.

En su mente, libre como pocas veces en su vida, dejó caer la cabeza hacia atrás y su mano se deslizó despacio desde el cuello hasta la hendidura de su pecho. Sintió entre sus dedos como la piel desaparecía por debajo del satén y la tela apenas disimulaba la respuesta de su cuerpo endureciéndose bajo su propio tacto. Había abierto la puerta cerrada con siete llaves donde escondía todos los recuerdos de Lauren y sus momentos juntas, y su líbido reprimida asumió el mando, recordando la manera en que sus manos podían recorrerla, sus dedos largos escurriéndose por el borde de la tela buscando rodear su pecho, describiendo su forma mientras lo acariciaba despacio. Primero uno, después el otro, llenando la palma con su forma, desbordando al presionarlo.

Lie to me - Camren G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora