2-8

512 46 46
                                        

Narra romeo.

Estaba demasiado ansioso, de verdad que aveces no pienso las cosas ¿Que voy a decirle al doctorcito? Enserio que me gusta complicarme la vida. Ni siquiera puedo concentrarme en el lanzamiento de mi disco por estar acosando a debora. 

Me falta un tornillo, enserio que si.

¿Que me diste debora? ¿Que me diste para estar tan trastornado por ti? No puedo sacarte de mi mente y ahora con esta duda que me carcome el alma menos.

Escuche como tocaron a la puerta y me puse nervioso pero no podía mostrar debilidad ante ese pendejo. Respire hondo, me acomode la ropa y fui a abrir la puerta.

–Buenas noches– dijo cuando abrí la puerta, pero su actitud cambió cuando vio que era yo.

–Buenas noches, pase– dije educadamente.

El idiota se me quedo viendo sin decirme nada, teníamos un duelo de miradas.

–¿Que quieres?– dijo molesto.

–Quiero hablar contigo.

–Yo no tengo nada que hablar con usted– dijo dándome la vuelta.

Obviamente no me la iba a poner difícil y yo tenía que ser más inteligente que él.

–No quiero pelear, solo quiero hablar– dije con tranquilidad.

Alaric se volteó y me miró como si quisiera matarme pero aún así acepto mi invitación de entrar.

–¿Se siente mal?– pregunto abriendo su maletín.

–Si, pero no físicamente.

–Entonces no puedo ayudarlo– dijo cerrando su maletín.–Busqué un psicólogo.

Este estaba buscando sacarme de quicio.

–Creo que ambos somos adultos y poseemos algo de inteligencia para saber qué lo traje aquí para hablar de debora.– dije sentándome en la sala de mi habitación.

–No tengo nada que hablar con usted sobre mi esposa– dijo recalcando la última palabra.

–De debora quizá no, pero ¿que tal de su hijo?– dije arqueando una ceja.

El tipo se puso más pálido de lo que ya era. ¿Como Deb pudo fijarse en esta lagartija descolorida?

–¿Que puede decirme doctor?– presione ante su silencio.

–No tengo nada que decirle sobre mi hijo. Lo que pase con él a usted no le interesa.

–¿Está usted seguro?– necesitaba acorralarlo y me dijera la verdad.

El tipo bajo la mirada a la mesa de centro y vio lo que estratégicamente coloque para que el encontrara.

–Está mascada es de debora– dijo apretándola en un puño con la quijada contraída mientras se sentaba en el sillón. Estaba desconcertado.

Este truco me lo enseñó ella.

–Si, me parece que si... Aún huele a ella.

Yo me estaba riendo por dentro y este tipo iba a romperme la cara en cualquier momento.

–¿Estas consciente que si quiero, si me lo propongo ella va a volver conmigo? ... pero eso no es lo quiero.

Clandestino / Romeo Santos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora