Capitulo 47

612 43 32
                                    

—Quédate a dormir conmigo esta noche— le dije a Anthony mientras tocaba su mejilla.

—¿Solo a dormir?— me pregunto con esa sonrisa que me derretía.

—Si, solo dormir.

—¿En verdad quieres terminar con lo nuestro?

—Por mi salud mental y emocional, si.

—Gracias— me dijo acariciando mis mejillas con ambas manos.

—¿Gracias por qué?— pregunte confundida. ¿Estaba agradeciéndome por dejarlo?

—Por todos los bonitos momentos que me regalaste, por darme tu amor aun sin merecérmelo.

—Vas a hacerme llorar— dije agachado la mirada.

—Nena, Nunca olvides que ocupas un lugar importante en mi corazón— levanto mi rostro y no pude evitar que una lágrima resbalara por mi mejilla.—No llores mi amor— dijo limpiando mi lagrima.—Aunque nos duela es lo mejor para los dos.

—Lo se— dije antes de abalanzarme hacia él para abrazarlo.—Te amo, te amo tanto que duele— dije llorando.

Pasó sus manos por mi cabello para tratar de calmarme.

—Discúlpame por no tener las agallas de dejar todo por ti.

Y eso solo me hizo llorar más. Sentía una horrible presión en el pecho, me costaba trabajo respirar. Esto era un adiós, ya no más nosotros y me dolía como hace mucho no me derrumbaba nada. Anthony era ese tipo de torbellino que arrasaba con todo a su paso.

—Ya no llores. No vale la pena que llores por mi— decía con la voz quebrada.

—Aunque no lo valgas, voy a hacerlo por qué me duele en el alma dejarte ir.

Anthony no me decía nada, solo se limitaba a abrazarme y darme besos en la cabeza, mientras pasaba sus manos por mi cabello. Eso solo me hacía pensar que estaba tratando de tranquilizarme como un psiquiatra a su loquita.

—¿En verdad me amas o solo lo hiciste para que siguiera acostándome contigo?— le dije limpiándome las lagrimas.

—Nunca, debora... — dijo tomándome de los brazos.—escúchame bien. Nunca dudes del amor que te profeso.

—¿Y por qué no puedes quedarte conmigo?— dije desesperada llorando de nuevo.

—Nena...

—Nena, nada Anthony. ¿Por que no la dejas? Lo que tienes con ella es solo costumbre. No la amas la quieres, le tienes cariño, agradecimiento, que se yo— dije frustrada.

—Tu no sabes lo que siento por ella— dijo poniéndose serio.

—Date cuenta Anthony. Si fueras feliz
Con ella, si la amaras tanto como dices, no hubieras buscado en otro lado.

—Creo que es mejor que vaya— dijo poniéndose de pie.

—No— puse mi mano en su pecho para retenerlo.— Voy a darte esta última noche y después de eso haremos como que jamás nos conocimos.

Anthony se acercó a mi y me beso con ferocidad mientras sus manos me apretaban con fuerza. Era como un monstruo robándome algún elixir. Me tomo por trasero y me sentó en la barra.

Sienta iba a ser nuestra última noche juntos debía ser inolvidable.

Pase mis manos por su cuello y lo acerque a mi para volver a besarlo mientras le quitaba la corbata que llevaba puesta. Desabroche cada botón de su camisa hasta deshacerme de ella.

Esta noche iba a deleitarme con su cuerpo. Pase mis manos por su suave y cálida espalda mientras él no paraba de acariciar mis piernas. Acerque mi boca a su cuello y le hice un chupeton. Él no se daba cuenta pero mi intensión era dejarlo marcado para que su mujer se diera cuenta que no era la única que disfrutaba de este delicioso hombre.

Anthony era rápido, sin percatarme me tenía Desnuda y yo apenas le había quitado la camisa. Me tomo por la cintura haciendo que enrollara mis piernas en sus caderas. Me cargo y me llevo a mi habitación hasta dejarme acostada en mi cama. Su mirada felina me observaba desde el pie de la cama mientras desabrochaba su pantalón y se deshacía de él. Se hincó en la cama y con brusquedad abrió mis piernas para darme la atención que merecía. Subió pasando su lengua por todo mi abdomen hasta llegar a mi boca y besarme.

—Siempre serás mi pecado más divino— decía mientras baja para chuparme los senos.

¿Como mierda iba a olvidarlo? ¿Como iba a borrar de mi mente estos momentos?

Entro en mi y me hizo suya por última vez, reclamando hasta el último gemido que tenía para darle mientras yo aprovechaba la oportunidad de clavarle las uñas en la espalda hasta dejarle marcadas mis huellas.

Soltó un gruñido y cayó encima mío. Solo opté por abrazarlo, no quería dejarlo ir. No podía. Quería que siguiera aquí, que fuero mío para siempre sin necesidad de compartirlo.

Pero existía esa maldita bruja que lo tenía atado a sus faldas con su tierna y bondadosa actitud. Me había llenado de rabia en contra de ella por qué se iba a quedar con lo que yo quería.

Sin separarnos se giró para quedar de lado y abrazarme.

—Duerme, a sido un día largo— dijo dándome un beso en la frente.

Saber que al despertar él estaría aquí eso me tranquilizaba... pero no fue así. Cuando desperté estaba sola, solo dejo una simple y estupida nota. Se había ido... Se había ido para siempre.

Clandestino / Romeo Santos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora