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Narra Anthony.

–Te tengo un regalo– dijo mi asistente al entrar a mi habitación.

–No quiero regalos, no quiero nada– dije tapándome con la almohada.

Desde que regrese de mi reunión con debora me tiré a la cama a dormir, me sentía abatido, estaba deprimido quizás ... Aún la quería pero ¿Quien era yo para venir a arruinarle su vida? Su esposo es una eminencia, es uno de los mejores doctores y yo... pues soy yo el cabron que no tuvo los cojones para luchar por ella.

–Anthony, dúchate y ponte algo decente... sé por qué te lo digo.

–Que no quiero nada Carajo– dije aventándole la almohada.

–Si no haces lo que te digo, te vas a arrepentir el resto de tu vida.

–Hablas mucha mierda, sabias?– dije molesto.

–Tu sabes lo que haces... Lo que has estado esperando toda tu puta vida está esperándote en la barra del bar del hotel.

¿De que demonios habla este cabron?
Con toda la pereza de mi vida me levante y le hice caso, no sabía que me esperaba pero sabía que nene no haría que yo perdiera el tiempo, esto realmente valdría la pena, por lo menos eso espero. Cuando salí de bañarme me puse una camisa negra de vestir, un pantalón de mezclilla y unos tenis dorados. Me puse un poco de loción, me inspeccione en el espejo y baje.

Espero esto valga la pena o matare a nene.

Cuando entre al bar del hotel, había mucha gente pero en la barra solo estaba una mujer... la mujer que había colapsado mi cerebro de tanto pensarla. Mi corazón dio un vuelco por la emoción de verla aquí.

Pero... ¿Que hacía debora aquí? Ella me había dejado claro que no me quería cerca.

Con pasos lentos camine en su dirección y me senté a su lado.

–¿Que haces aquí?– pregunte.

–Vine por un trago– dijo sin voltear a verme.

–¿Justo aquí?

–Es un lugar público...

Tome su silla y la gire para encararla.

–¿Que haces aquí?– volví a preguntarle viéndola directo a los ojos.

–Salí de mi casa, encendí mi automóvil y cuando menos lo pensé estaba sentada aquí– dijo restándole importancia.

–¿Viniste a buscarme?

Debora era tan bonita o por lo menos para mi lo era, sus ojos me hipnotizaban, su piel tan tersa sin maquillaje, no tenía manchas y solo usaba rímel y labial. A pesar de lucir más madura seguía maravillado por ella.

–No... No lo sé Anthony– dijo despegando su mirada de la Mía. Tomó su copa y bebió un trago.–¿Por que tenías que volver?– me reprocho volviéndome a ver.

–Algún día iba a encontrarte.

–No deberías haberlo hecho– dijo con dolor.

–¿Me extrañabas?– pregunte acercándome a ella.

–No lo hacía hasta que apareciste.

–Encontrarte era lo que más deseaba en la vida.

–¿Por que tenías que aparecer? ¿Por que viniste a joderlo todo?– dijo elevando la voz.

–Aquí hay mucha gente, no podemos seguir hablando en este lugar–dije mientras volteaba a ver a nuestro alrededor.

Me levante y tome su mano, para mi sorpresa no se negó. No sé si sea el efecto alcohol. La saqué del bar y entramos al elevador para ir a mi habitación.

–¿Cuanto has bebido?– le pregunte acomodando un mechón de largo cabello.

–Perdí la cuenta– dijo quitando mi mano con brusquedad.

Debora no parecía ebria, pero si estuviera en sus cinco sentidos no estaría ni siquiera hablando conmigo.

–Pasa– dije abriendo la puerta de mi habitación.

Cuando cerré la puerta de la habitación, debora me empujó contra la pared, se abalanzó sobre mi y me beso, era un beso apasionado, como si quisiera comerme, era un beso lleno de necesidad del uno por el otro. Sin poner objeción la tome por la cintura y le seguí el beso.

–No tenias que haber regresado– dijo cuando rompió el beso.–No debiste buscarme...

La tome por el cabello y la volví a besar, me volvía loco saber que ella aún sentía atracción por mi, me volvió loco saber que aún ella quería estar conmigo.

–¿Me amas debora?– le pregunte entre besos.

–Nunca dejé de hacerlo.

–Yo tampoco– dije besando su cuello.

Escuchar su respiración agitada cerca de mi oído y el aspirar su dulce olor estaba volviéndome loco.

Debora metió sus dedos en mi cabello y tiro de el haciendo que levantara la cabeza mientras aprovechaba para deslizar su lengua por todo mi cuello.

A pesar de mis deseos sabía que esto estaba mal pero no podía controlarme.

Tome el borde de su blusa y fui deslizándola poco a poco hasta quitársela. Bese la curva de sus pechos, baje por su estómago, llegue al ombligo y seguí bajando, fue entonces cuando vi en debora una marca... y no se trataba de un tatuaje, era una cicatriz, a lo largo de su vientre. Deslice un dedo por la línea y debora dio un brinco cubriéndose.

–¿Que te paso?– pregunte.

Debora se puso nerviosa, tomó su blusa y se la puso. Su borrachera y su calentura se habían esfumado en un segundo.

–Me... me quitaron la vesícula.

¿La vesícula? ¿Enserio? ¿Una cicatriz tan grande para la vesícula? Parecía una cicatriz de...

Cuando iba a llenarla de preguntas azotó la puerta y se fue sin decirme nada.

Me senté sobre la cama y me puse a pensar. Ella no rento un vientre, ella realmente tuvo un hijo.

¿Por que me mintió?

Clandestino / Romeo Santos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora