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Narra Anthony.

Esa misma tarde, Fran me llamo diciéndome que el niño se había puesto mal de nuevo, a pesar de mis dudas yo sentía a ese niño como mi hijo. Lo había visto nacer, crecer, llamarme papá... no podía abandonarlo aunque la duda estuviera carcomiéndome el alma.

Regrese a mi casa y los lleve al hospital, Fran estaba realmente preocupada, para ser sincero ella era muy buena madre y muy dedicada con el niño pero bueno al final de cuentas era su única responsabilidad.

El doctor atendió al niño en cuanto nos vio llegar. Tenía que aprovechar este momento para hacer la prueba de ADN. En un descuido de mi "mujer" hablé con el doctor y le expliqué mi situación. Increíblemente acepto... por supuesto con un significativo monto de dólares, con esto compraba su silencio para hacerlo sin que ella se diera cuenta.

Afortunadamente "nuestro" hijo no tenía nada grave, era solo inicios de una gripa viral pero con la referencia pasada no podíamos pasar por alto nada, era preferible saber que estaba bien.

Mientras Fran terminaba los papeleos para llevarnos a nuestro hijo, yo decidí ir por mi carro. Tenía muchas cosas que hacer y ahora solo estaba perdiendo el tiempo, aunque en realidad me sentí incómodo con ella.

Subí a mi auto y aparqué frente al hospital.

–Así que aquí trabaja el doctorcito– dije en voz alta cuando vi a Alaric salir del hospital.

Llevaba un traje azul y una bata blanca por encima. Hasta parecía protagonista de Grey's anatomy.

Lo seguí con la mirada y dio vuelta en la esquina. Encendí el auto y lo seguí. No es que yo fuera chismoso si no que... bueno realmente si lo era.  Me estacione en la esquina donde alcanzaba a verlo sin que él me viera. Se recargó en un carro y se puso a admirar el cielo.

Ojalá un pájaro le cague encima.

Derrepente una enferma se acercó a él. Alaric le sonrió y cruzó unas palabras con ella.

–WTF– dije cuando vi que Alaric tomó por la cintura a la enfermera y la acercó a su cuerpo.

Jamás me espere encontrarme con algo así.  Y Justo cuando creí que esto no iría más allá... que la toma por el cuello y la besa.

El esposo ejemplar le estaba poniendo los cuernos a debora.

Me quede con la boca abierta. Saque mi celular y les tome fotos, si yo buscaba a debora y le iba con este cuento no iba a creerme sin pruebas.

¿No que la amaba tanto? Que cabron.

Esto era un designo De Dios para recuperar a debora por qué de tantos habitantes en Nueva York ¿Por que tuve que ser yo quien lo haya visto? Sin duda esta era mi oportunidad.

Pegue un brinco del susto cuando Fran toco el cristal de carro para que le abriera.

–¿Donde estabas? Tengo media hora esperándote en la entrada– dijo molesta.

–No podía estacionarme allá. ¿No sabes para que sirven los celulares o que?– le respondí en mal tono.

–Estas portándote muy mal conmigo Anthony. Voy a irme en un taxi– dijo intentando bajarse del carro.

–No seas ridícula– dije sin voltear a verla. Yo seguía entretenido viendo como el doctor se comía a la pobre enfermera.

–¿Ni siquiera puedes voltear a verme?– dijo molesta.

–Ya, ya, ya... No estoy de humor para tus dramas.

–¿Estas viendo a esa zorra verdad? Por eso estás tratándome así– dijo indignada.

Le pegue al volante con frustración.

–Te voy a pedir que no la llames así y no estoy viendo a nadie–dije tratando de no perder la paciencia.

Cuando gire mi vista, Alaric y la enfermera ya no estaban, me perdí el desenlace por estar peleando con esta loca.

La lleve a la casa, solo espere que bajara del auto para irme de nuevo. Estuve conduciendo por toda la Ciudad sin saber a donde ir. Necesitaba ver a debora y lo peor era que aunque la llamara no me iba a responder.

¿Como podría reconquistar a una mujer que no podía impresionar con regalos lujosos?

Sin darme cuenta estaba estacionado afuera del enorme edificio donde ella trabajaba. Me arme de valor y baje.

Con un par de sonrisitas y coqueteos logré que la recepcionista me dejara entrar. Estaba afuera de su oficina sin saber realmente qué era lo que iba a decirle.

–¿Quien la busca? ¿Tiene una cita con ella?

Mierda. Piensa Anthony piensa.

–Soy su esposo.

–¿Alaric?– dijo la secretaria emocionada.–Que gusto por fin conocerlo... aunque lo esperaba diferente...– dijo ella confundida.

Claro seguro esperaba a la lagartija descolorida, no a este moreno de fuego.

La puerta de la oficina se abrió. Vi a debora salir como toda una empresaria. Llevaba una falda corta, arriba de la rodilla, junto a una blusa color pistache que se adhería a ella como una segunda piel. Y esos malditos tacones de tacón de aguja que me hacían imaginar muchas perversiones. Necesitaba un trapeado para recoger toda la baba que tire al verla. Su estilo era tan único.

Mi corazón parecía caballo desbocado.

–Este no es mi marido– dijo viéndome con despreció. Me sentí mal... muy mal. –¿Que quieres Anthony?– dijo cruzándose de brazos.

–Necesito hablar contigo– dije sin levantar la mirada del suelo.

–Creí que había quedado claro que todo lo relacionado con Matías sería por medio de Alaric.

–Si lo vi hoy, pero parecía estar muuuy ocupado.

Debora detectó la ironía de mi comentario y me hizo entrar a su oficina.

–¿A que viniste Anthony?– dijo sentándose en silla.

Era toda una Reina.

–Primero quiero pedirte una disculpa...

–Ya olvide ese tema. No tienes qué disculparte por algo que dijiste por que así lo sentías.

–No fue así.

–No me interesa– dijo cruzando sus brazos encima del escritorio.

–Se que la cague, que me porte como un pendejo, que...

–Ya Anthony. De verdad ya cerré ese tema. Estoy bien ahora con Alaric. No quiero tener nada que ver contigo, Nada.

–No todo lo que brilla es oro– dije refiriéndome a Alaric.

–Me di cuenta contigo.

Clandestino / Romeo Santos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora