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Narra Romeo.

Jamás imaginé verme en esta situación. Siempre fui fiel a lo que sentía. Nunca me visualicé vestido de smoking para unir mi vida a la de otra persona con la bendición De Dios y ahora estoy aquí, parado frente al altar, esperando a la mujer que más he amado en la vida.

La mujer que desde el primer día que la vi me hipnotizó por completo, con su sonrisa, su bella mirada... con sus sentido del humor tan ácido pero dulce a la vez. La mujer que más me metió en líos físicos y psicológicos, la que le dio un giro de 180 grados a mi vida. La que me dio la más grande bendición de convertirme en padre por segunda vez.

Simplemente ella es la mujer que amo. La que me tiene loco por completo, me tiene en cuerpo y alma.

Soy suyo, de nadie más.

Y ella es mía.

Como siempre debió ser.

Ese sonido tan icónico en cada boda comenzó a sonar. Las manos me sudaban y sentía que el moño adherido a mi cuello está quitándome la respiración. Estaba impaciente... quería verla. Ver lo hermosa que se vería con su vestido blanco... aquel vestido que mandó confeccionar a Europa que por cierto nunca me dejó ver ya que "era de mala suerte" pero después de todo lo que hemos vivido ¿Que más podía pasar?

Como si fuera un cuento de hadas... unos rayos de luz se colaron cuando las puertas se abrieron y enseguida apareció ella. Su vestido era precioso, parecía una Reina. Un velo transparente cubría su rostro, que llegaba hasta su cuello. Un delicado escote que no ocultaba sus bellos encantos que cuántas noches me he perdido entre ellos.

Dios se va a enojar conmigo por mis pensamientos pecaminosos.

Seguí detallando su vestido que sin duda había sido creado solo para ella, había valido la pena cada dólar invertido en el.

Mi pequeño Matías venía de la mano de su mamá. Se veía precioso con su trajecito. Definitivamente heredo los buenos genes de su padre.

Me sentía feliz. Tenía todo en este momento... Mis padres, mi hermana, mis sobrinos, mi tío, mi hijo mayor y mis amigos más cercanos, menos uno... probablemente el que más me hacía falta.

Cuando Debora por fin llegó junto a mi, con cuidado le ayude a quitar el velo que cubría su rostro. Se veía preciosa y más cuando me sonreía de esa manera. Esa sonrisa que me hacía sentir el hombre más afortunado del planeta.

Para ser sincero, no podía concentrarme en lo que el padre nos decía, solo quería que llegara el momento en el que pudiera besar a mi bella mujer y llevarla conmigo para consumar nuestro amor.

Un sonido de un disparo me distrajo, pensé que fue en la parte de afuera pero no fue así.

–Anthony– me susurró Debora, con una de sus manos se sostenía en mi y la otra estaba en su estómago.

Su hermoso y perfecto vestido blanco ahora estaba teñido de color rojo. Le había disparado y se había desvanecido entre mis brazos.

¿En verdad Romeo estaba destinado a perder a su Julieta?

Yo no podía dejar de llorar. Las lágrimas salían solas, se deslizaban por mis mejillas descontroladas cayendo en el rostro de deb.

–Una ambulancia maldita sea– grite con desespero.

–Te amo– me susurró mientras salía sangre por su boca y nariz.

Su brillo se fue apagando, su piel se puso pálida y en sus ojos solo puede ver sufrimiento y agonía. Su corazón dejó de palpitar y murió entre mis brazos mientras le decía lo mucho que la amaba.

Ese sollozo y ese dolor tan fuerte que sentía en el pecho al perder a Debora fue el mismo que me despertó de la horrible pesadilla que había tenido... eso era, solo una pesadilla.

Desperté sudado y alterado, estaba sentado en un sillón en el hospital donde Deb estaba internada. Estaba delicada pero fuera de peligro. Ahora solo tenía que encontrar a mi hijo y refundir a ese hijo de puta en la carcel.

–¿Estas bien?– me pregunto mi tío tocando mi hombro.

–No, no estoy bien– me puse de pie molesto.– Necesito que todo vuelva a la normalidad, no puedo con todo este caos.

–Tranquilo Tony– dijo tratando de animarme.

–¿Como quieres que esté tranquilo? si no se donde mierda está mi hijo, Debora está hospitalizada y además tengo a los de la disquera y a mi equipo de trabajo jodiendome las 24 horas del día por el bendito concierto que estoy a punto de cancelar.

–Ya no se que más hacer para ayudarte Tony, estamos haciendo todo lo posible por encontrar a Maty.

–Yo lo se, discúlpame. Es solo que estoy volviéndome loco, no estoy acostumbrado a este lío. Yo tenía una vida normal, me absorbía más mi trabajo que mi vida personal y ahora es al revés. No puedo tener un equilibrio. No quiero descuidar mi trabajo pero mi familia me necesita. Ya no puedo más tío– no soporte más y me solté a llorar.

–¿Que voy a decirle a Debora cuando despierte?– lloraba mientras que mi tío que era como mi padre me abrazaba.

–Lo vamos a encontrar, te lo prometo Tony.

Clandestino / Romeo Santos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora