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Hoy era el último día que pasábamos aquí... después volveríamos. Anthony se iría de gira por meses y yo buscaría la forma de hacer que mi familia deje de joderme la existencia, no van a venir ahora después de todo a manipularme y destruir lo único que vale la pena en mi vida.

Anthony y mi hijo es lo único que me importan, es lo único que tengo de valor. Sin ellos prefiero no vivir.

–¿Vas a nadar conmigo?– me pregunto anthony mientras se paseaba frente a mi sin camisa dándome una sonrisa coqueta.

–¿Eso que haces es a propósito o es natural tuyo?  Siempre he tenido esa duda.

–¿Que?– se rio.

–Eso de sonreí de esa manera, de coquetear conmigo.

–pero mi amor, yo no toy haciendo nada– sonrió y abrió los brazos fingiendo inocencia.

–Ves lo sigues haciendo. Sonríes como si supieras lo que logras con ella.

Soltó una carcajada y encogió los hombros.

–Quiero preguntarte otra cosa...

–No Debora no lo hago a propósito, así soy... lindo– volvió a sonreír.

Moví la cabeza en negativa y me reí. Nunca pensé enamorarme así de alguien.

–¿Cuando tú me conociste... cuando todo se...
dio, podría decirse... tú coqueteabas conmigo? ¿O que paso? ¿En que momento me envolviste tanto? ¿En que momento dijiste al diablo todo?

–Obviamente coqueteaba contigo Debora. Por que me gustabas pero mi mente me decía que no, pero yo decía que si. No pude poner un freno contigo.

–Oh pero si ibas a dejar que me casara con Cedin, verdad.

–Quería cumplir mi sueño de impedir una boda pero gracias, lo arruinaste– fingió enojo.

Solté una carcajada–No lo harías.

–Intenta casarte con alguien y lo averiguamos.

–Ya me casé y no lo hiciste.

–Pues no tenía idea listilla, te cásate a escondidas con una lagartija descolorida... que en paz descanse– junto sus manos y se persino.

–Ay anthony... Ven acá y dame un beso– le estire la mano pero me ignoro.

–Atrevida, soy un hombre decente. ¿Crees que voy por la vida regalando besos?

–De hecho si... ¿Vas a hacerme el desaire?

–No– se acercó me tomo por las mejillas para unir sus labios con los míos.

–Ya quítame el amarre, no puedo amarte tanto maldito– lo jale y lo besé como se debe.

–Cuando el sol salga al revés, quizás...– sonrió con maldad.

Pasamos el día en la alberca, era increíble lo mucho que podíamos disfrutar el tiempo a solas. No solo para tener intimidad si no que realmente teníamos una conexión más allá... Conversar sobre sus intereses, sobre sus creencias... darnos cuenta de que a pesar que podíamos pensar diferente respecto a algunas cosas llegábamos a un punto neutro sin discutir, entendíamos el punto del otro.

–No quiero volver...– lo abracé.

–¿Por que?– acarició mi cabello.

–Tengo miedo... tengo miedo de enfrentar a mi familia... tengo miedo de que en verdad mi mamá esté enferma... Les tengo rencor... mucho pero aún así son mis padres, es mi mamá– mi voz comenzó a quebrarse.

–Debes perdonar.... eso va a darte paz. No te digo que los llames y los invites a cenar, sino que tu corazón perdone, que liberes todo eso y dejes de llevar ese peso en tus hombros. Déjalo ir mami.

–La ultima vez que deje ir a alguien... apareció cuando menos lo pensaba y cambió mi vida por completo.

–¿Me odiabas?– peino mi cabello mojado.

–No... Solo entendía que tú tenías una vida y yo no tenía cavidad en ella. Me odiaba a mi misma por ingenua... por tonta.

–Nunca me cansare de pedirte perdón por eso... por dejarte ir... por ser tan cobarde.

–Fuimos tan tóxicos... me obligaste mudarme a Nueva York, en esos momentos si te odie con toda mi alma... Por que...– pensé en algo que me hizo sentir mal.

–¿Que?

–Nada– lo abracé y acaricié su piel mojada. Si nunca se hubiera enterado que su hijo no era su hijo, jamás la habría dejado y no estaría aquí conmigo... sino con ella.

Hundió su rostro en mi cuello y comenzó a dejar suaves besos, mientras sus manos se apretaban a mi cintura.

Esos pensamientos me hacían sentir insegura, me hacían sentir que Anthony no era para mi. Que en cualquier momento esto iba a terminar.

–Te amo... mucho debby... Eres mi reina, mi mujer, mi todo... Quiero que lo tengas claro.

Aveces creo que lee la mente.

Salimos de la alberca para comer, anthony dejo su celular en la mesa y se fue al baño. Me tentaba a revisarlo pero si no me gustaba lo que iba a encontrar? Que necesidad tenia.

Como si fuera cosa del diablo, el celular comenzó a vibrar, vi la pantalla y era la araña de RD... ¿Por que lo llama? ¿Por que él aún la tiene guardada? Tome su celular, rechace la llamada y bloquee su numero. Deje el teléfono justo como él lo había dejado.

Me costaba creer que Anthony me era totalmente fiel.

–¿Por que tienes esa cara?– sin darme cuenta tenía la frente fruncida.

–Es la única que tengo– trate de relajarme, no quería ponerme loca y reprocharle cosas que quizá no tenían sentido.

–¿Todo está bien?– tomo su celular y presiono un botón para ver si tenía alguna notificación.

Pensé en frases como "No se, tu dime" o alguna frase acusadora pero me abstuve.

Me quede observándolo y la verdad si quería hacer problema de esto. Mi tóxica interior necesitaba reclamarle pero respiré hondo y profundo. Le he dejado claro muchas veces que si me falla, me le borro del mapa.

–Si todo está bien...– le di una sonrisa fingida y comencé a comer.

–Mi amor...– tomo mi mano.

Gire mi cabeza para observarlo y saber que quería.

–Hoy es nuestra última noche aquí, tenemos que disfrutarla...– me sonrió de esa manera que me fascinaba pero en este momento no había causado ningún efecto en mi.

Clandestino / Romeo Santos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora