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Desde aquel día no volví a saber nada de Anthony. Él tomo su vuelo y yo volví a mi vida. Habían pasado casi dos meses, los primeros días vivía con angustia de lo que pudiera pasar, ahora simplemente trato de no pensar en eso y disfrutar de mi familia... Reírme de las tonterías de mi hijo, era tan ocurrente como su... bueno y Alaric cada día se esforzaba más por que yo lo amara pero todo había cambiado desde que estuve con Anthony.

Estaba señalada en mis escritorio pensando en una nueva temática para el desfile del verano cuando mi secretaria me interrumpió.

–Debora...

–Dime...

–Te llegó este citatorio– dijo ofreciéndome un papel.

Lo tome con mi mano para leerlo y sentí un escalofrío recorrerme la columna.

–¿Por que recibiste eso?– dije histérica.–Sabes que no debes firmar nada.

–Discúlpame... yo...– dijo mi secretaria todo nerviosa.

–Vete de aquí– le grite.

Las manos me empezaron a temblar y la garganta se me estaba cerrando al leer de quién provenía esto.

Anthony realmente iba a quitarme a mi hijo.

Mis lágrimas empezaron a derramarse sin poderlas detener ¿Como era capas de hacerme esto?

Él demandaba que se le reconociera como su hijo, cambiarle los apellidos y además exigía que viviera con él por el tiempo perdido. Él iba a ganar, tenía mucho poder y dinero.

Cuando pude calmarme llame a mi abogado, llego media hora después y se puso a revisar la demanda.

–Quizá sea mejor hablar con él y llegar a un acuerdo– me dijo el abogado.

–¿Cree que ese hombre quiera hablar conmigo si lo que quiere es quitarme a mi hijo? – dije con rabia.

–Voy a promover un amparo... pero debe estar consiente que es el padre de su hijo y tiene derechos sobre él.

–Solo quiero que no me quite a mi hijo, que no lo separe de mi– dije con tristeza.

Cuando llegue a mi casa, Alaric estaba esperándome. Lo primero que hizo fue abrazarme y yo me solté a llorar en su pecho.

–No puede quitármelo– dije llorando.

–Mi amor, tranquilízate, no va a quitártelo. Si es necesario que nos mudemos a Nueva York para que tú puedas estar con tu hijo, lo vamos a hacer– dijo tomando mi cara entre sus manos.

–¿Enserio?– dije ilusionada.

–Claro mi amor, haría todo por ustedes. Soy un doctor reconocido y sobre todo preparado... no me sería difícil encontrar trabajo, puedo pedir un cambio, tú igual. Todo va a estar bien mi cielo– dijo abrazándome.

Las palabras de Alaric me tranquilizaron... una de las opciones de Anthony era que yo me fuera a vivir a Nueva York... ¿Seguirá en pie?

Alaric tuvo que regresar de emergencia al hospital y me quede sola con mi pequeño Matías. Lo metí a bañar y lo preparé para dormir. Lo amaba tanto, jamás podría separarme de él.

–Mami me cantas– me dijo sonriendo. Tenía la misma maldita sonrisa que su padre, con esos hoyuelos en sus mejillas.

–¿De donde sacas que yo sé cantar?– le pregunte divertida.

Encogió sus hombros–¿Un cuento?

¿Quizá debería empezarlo a familiarizar poniéndole las canciones de su papá?

–Había una vez un príncipe...

–¿Como se llama?– dijo ilusionado.

–Se llama... ammm... Anthony...– mi hijo asintió emocionado.

–El príncipe Anthony, había perdido a su hijo... Se lo robó un pirata...

–Que se llame como papá– dijo emocionado.

–¿Como papá?– pregunte riéndome por lo irónico del cuento.

–Si– dijo emocionado sentándose con las piernas cruzadas en la cama.

–Bueno... el pirata Alaric quería proteger al hijo del príncipe de una malvada bruja...

–Que se llamaba bebora– me interrumpió mi hijo.

–Oye– le dije ofendida–¿Te parezco una bruja?

Mi hijo solo se reía como si hubiera hecho una travesura. Lo amaba, lo amaba muchísimo. Era lo mejor que había hecho en mi vida, el mejor regalo que Dios pudo darme.

–Sigue– me alentó a seguir con el cuento.

–Ya no voy a contarte nada, duérmete ya– dije acostándolo y dándole un beso en la frente.

–El pincipe y el pidata peleaban por el amor de la bruja– dijo mi hijo alentándome a seguir el cuento.

¿de donde saca estas cosas?–me pregunte a mi misma mientras no dejaba de reírme.

Me acosté junto a él y comencé a acariciarle su cabello hasta que se quedó dormido.

Me fui a mi habitación y me quede pensando... ¿Que iba a hacer con Anthony? ¿Que iba a hacer para convencerlo de que no me quitara a mi hijo?

Tome mi agenda y busqué su número... espero siga siendo el mismo.

Pensé durante horas si debía llamarlo... y si con llamarlo solo empeoraba las cosas y lo usaba a su favor?

Me arme de valor y lo llame... timbro unas 5 veces y nadie respondió. Llame de nuevo y nada.

Casi a las dos de la mañana escuché mi celular timbrar... me desperté y me limpié los ojos, reconocí el número y pensé si debía contestar o no. Colgó la llamada y a los 5 minutos volvió a insistir. Tome aire y respondí.

–Hola.

–¿Quien habla?– dijo Anthony.

–Soy yo... debora.

–Ah... ¿Que necesitas?

–Podemos hablar...

–Ya estamos hablando– dijo molesto.

Con esa actitud no íbamos a llegar a ningún lado.

–No puedes quitarme al niño– dije con la voz quebrada.

–Mira debora, no voy a discutir contigo esto, el juzgado que decida qué es lo mejor para mi hijo.

–Nuestro hijo Anthony. Es de los dos. Mío y tuyo.

–Tu decidiste que solo era tuyo, ahora yo decido que sea solo mío.

–Anthony por Dios, ¿como puedes si quiera pensar alejar a un niño de su madre?

–Igualdad mi amor, tú lo sepas te de su padre... pues yo de su madre.

–Anthony, tú no eres así. Por favor...

–Yo te di dos opciones y no quisiste aceptar ninguna así que...

–Anthony voy a mudarme a Nueva York si es lo que quieres.

Anthony se quedó mudo, no me dijo nada y a los segundos colgó la llamada.

Clandestino / Romeo Santos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora