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Narra Debora.

Desperté y estaba en un lugar completamente oscuro, me levanté asustada y un poco desesperada al no saber dónde estaba. Mis ojos se fueron adaptando al lugar y encontré el apagador, era como una pequeña habitación dentro de la funeraria. Recordé lo que había pasado, la discusión y mi desmayo. Me tome mi tiempo y me quede ahí encerrada para no volver a pasar por lo mismo.

Me quede pensando en todo y volví a llorar mientras abrazaba mis piernas sujetándolas contra mi pecho.
¿Por que me estaba pasando todo esto? ¿En verdad me lo merecía? Quería ser fuerte y aparentar que podía con todo esto, pero no era así. Necesitaba que alguien me abrazara y me dijera que todo iba a estar bien.

Mi celular comenzó a sonar, era Anthony. Sinceramente no quería hablar con él ni con nadie, pero mi instinto materno podía conmigo ¿Que tal si algo andaba mal con mi hijo?

–Diga– respondí sorbiendo la nariz.

–¿Que pasa? ¿Estas bien?– preguntó Anthony preocupado.

–¿Necesitas algo?– evadí su pregunta.

–Matías quería mostrarte algo pero creo que no es el momento, te llamo luego.

–Ok– dije antes de colgar su llamada. No era que no me importara lo que mi hijo tenía para mostrarme
pero me sentía mal, sin ganas de nada, solo quería dormir hasta que todo esto pasara.

Al día siguiente sería el entierro, la familia de Alaric era muy tradicional y tenía que respetar eso.  Su mamá seguía como un halcón tratando de cazarme en todo momento. Ella merece saber que paso pero no de esta manera, no evidenciándome o haciéndome quedar como la mala del cuento, aunque si lo fui, pero no del todo. Para todo hay un momento y este no lo era, todo lo que había pasado era muy fuerte y algo muy personal.

Al llegar al panteón, la mamá de Alaric quería tomar decisiones pero no se lo permitían y eso la enfurecía más, la única que podía hacer y deshacer era yo. Si yo quería cremarlo y llevarlo conmigo podía hacerlo pero esa no era mi intención. Yo no había venido aquí a pelear, solo quiero irme ya.

Estaba cansada de tanto llorar y de sentir que me estrujaban el corazón pero aún venía lo más difícil... el momento en el que todos se despedían de alaric..

La familia y amigos de Alaric comenzaron a decir palabras emotivas para recordarlo.

"Gracias por haber sido un buen amigo, esposo y un gran padre, siempre vamos a recordarte y llevarte en el corazón" dije con la voz cortada. Deje una rosa encima de su ataúd susurrándole un "perdóname".

El cajón comenzó a bajar, las lágrimas y sollozos se apoderaron del lugar. Me dolía con todo el corazón pero comenzaba a sentirme más tranquila, por fin todo este calvario iba a terminar... hasta que la vieja bruja de su madre volvió al ataque.

Comenzó a gritarme un sin fin de cosas y empezó a forcejear conmigo.

–Déjeme en paz– dije sacándome de su agarre pero lo hice con tanta fuerza que la pobre mujer fue a dar al hoyo donde estaba el ataúd.

Lo que me faltaba para cerrar con broche de oro. No sabía si reírme o volver a llorar. Me di media vuelta y me fui, no quería volver a ver esta gente nunca en mi vida. Quizá volvería por Matías y me mudaría a la Antártida o Japón.

Tome el primer vuelo de regreso a NY, no soportaba más estar en España. Quería llegar a mi casa, que ni siquiera es mi casa, es de Anthony.

Cuando llegue mande todo al diablo incluyendo el celular, no tenía por qué preocuparme Matías estaba bien con su papá, este era el momento perfecto para sumergirme en mi propia miseria. Tenía el tiempo y el lugar para auto destruirme.

Podía pasar horas sentada frente a la ventana, viendo como amanecía, atardecía y anochecía. Había perdido noción del tiempo, no sabía cuántos días llevaba así... no había comido, solo tomada agua para tomar pastillas para tranquilizarme. El celular estaba sin batería y el teléfono de la casa lo había desconectado. Y lo peor es que ni siquiera estaba reflexionando o torturandome, mi cerebro estaba completamente en blanco. Parecía una loca.

Narra Anthony.

Había pasado unos días maravillosos a lado de mi hijo, definitivamente compartir tiempo con él me llenaba el corazón de alegría. Verlo correr, jugar incluso hasta verlo cantar. Traerlo conmigo a la gira fue una de las mejores decisiones que pude haber tomado, aunque debo de tomar más medidas de precaución por su seguridad y bienestar.

Debo admitir que me gustaría que su mamá estuviera con nosotros... me hace falta... me hace falta escuchar su risa, verla estresada por Matías, verla pelear conmigo, su cara cuando esta enojada, cuando se siente triste... la extraño demasiado pero entiendo que debo darle su espacio. Entiendo hasta cierto punto su rechazo hacia mi.

La había llamado unas cuantas veces para saber como estaba pero no me atendía el teléfono y eso comenzaba a preocuparme. Ni siquiera sabía si ella seguía en España o donde mierda estaba. Fue tanta mi desesperación que le pedí a nene que investigara si había tomado algún vuelo recientemente y así fue... ella estaba desde hace días en NY.

Aún no terminaba la gira pero tenía algunos días libres así que decidí tomar mi avión para ir a buscarla, necesitaba saber si estaba bien.

Debora me va a matar cuando sepa que deje a Matías con Amelfis y con nene.

Cuando llegue a NY fui directo al departamento que antes compartía con Debora, aún tenía llave así que no tuve problema para ingresar. Cuando entre las luces estaban apagadas.

"No está aquí" pensé y me preocupe todavía más.

Comencé a encender las luces y fue entonces cuando el corazón se me estrujó. Deb si estaba ahí. Estaba sentada al borde de la ventana, con la mirada perdida entre los edificios de NY.

–Deb– la llame pero no atendía.

Su aspecto era horrible. Parecía que tenía días que no se pasaba un cepillo por el cabello incluso parecía que tenía días sin bañarse. Estaba pálida y que decir de su extremada delgadez, desde aquí podía verle las costillas. Sentí un dolor y una preocupación terrible. Me sentí culpable por dejarla sola, no pensé que esto sería así. Pensé que lloraría unos días y después sería la misma Deb fuerte que conozco.

Me acerqué a ella pero ella parecía perdida, no atendía a nada de lo que sucedía a su alrededor. En la mesa cercana a ella había un vaso con agua y un bote de pastillas. Era una especie de tranquilizante para personas que sufren depresión.

–Deb– toque su cara para que reaccionara, pero ella simplemente no estaba. Quede realmente impresionado con su aspecto. Los pómulos se le marcaban considerablemente, sus ojeras eran muy prominentes.–Debora, mi amor, dime algo por favor– necesitaba que reaccionara, que me dijera algo pero no lo hacía.

¿Que hago? ¿Que hago maldita sea?

Clandestino / Romeo Santos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora