M: Anda ya, eso si que no me lo esperaba.
- Ni yo.
Confieso.
M: ¿Qué noticias has tenido de él?
- Que ahora es de los herederos más importantes de España en Miami.
M: Pues mira cariño.
Me habla dulcemente.
M: Yo no sé si decir que lo siento mucho o proponerte que brindemos por la muerte de su padre.
Me hace estallar en una sonora carcajada, escupiendo el vino que me había llevado a la boca.
- Eres de lo que no hay.
Asevero riendo mientras que limpio el desastre que dejé sobre la encimera.
M: Oye, que no lo decía de coña.
Se encoge de hombros dubitativo.
M: Nunca me has contado los detalles de la historia con Sebastian.
Me recuerda cohibido. Hablar de él le da corte, no suelo reaccionar de lo mejor, aunque debo admitir que Melen ha sabido apoyarme desde que le conté parte de nuestra historia. Vero y él son los únicos que la saben. Vero conoce cada detalle. Casi.
- No me gusta hablar del tema.
Le miro a los ojos llena de honestidad. Confío en Melendi como en nadie, es mi mejor amigo y puede que merezca conocer más de lo que ha ocurrido, pero han pasado diez años y yo sigo sin perdonar a los Ortega. Y Sebastián... él es el peor de todos, vaya capullo.
M: Pues no lo hablemos más.
Acepta sin hacer preguntas ni guardar rencor por mi silencio.
M: Pero vamos a brindar por ese canalla que se ha incorporado a tu equipo.
Me chincha.
M: ¿Cuánto de guapo es?
Pregunta lleno de humor.
- ¡Ramón!
Me quejo escandalizada.
M: Vale, vale.
Cede con una mirada traviesa. Sus piques no acabarán aquí. Le conozco.
M: ¿Te imaginas te enamoras de él?
Fantasea.
- Melen, yo no me enamoro.
M: Ya lo sé, pero vamos, que no sabes si el nuevo tiene algún gran encanto.
Sonríe pícaro por las segundas intenciones de su comentario.
- Calla, tonto.
Le meto un trozo de queso a la boca obligándole a estar en silencio. Sus carcajadas resuenan por toda la cocina y solo me tardo un segundo en descubrir que va a vengarse de mí, por lo que salgo corriendo muerta de la risa en dirección al salón. Pero es más rápido que yo y me coge en bolandas para tumbarme en el sofá y llenarme de cosquillas.
- Para, porfa.
Suplico poniendo cara angelical. Aprovecho su corta pausa para inclinarme y besar sus labios con deseo. De repente se me han hecho súper apetitosos.
M: Vamos arriba.
Propone perdiendo su camiseta en el camino.