- Chino.
Acepto.
+ ¿Tu eres siempre tan mandona?
Me guiña un ojo saliendo del portal.
- Solo cuando hace falta.
Río.
- Pero vamos que empezar siendo amigos queriendo cambiarme.
+ Y manipuladora. Me lo apunto.
Se echa a reír mientras que nuestros pies dejan huellas por las aceras de Madrid hasta alcanzar el restaurante que me otorga la calma de no saberme en revistas a primera hora de mañana.
- Oye, aceptaré ser tu amiga con una condición.
+ Lo dicho, eres una chantajista.
Rueda los ojos divertido.
- Que me toques algo.
+ ¿Otra vez?
Carcajea.
- Eres un cerdo, mal pensado y encima repites los chistes.
+ Ya te he tocado el piano... y con una versión de aprendiz mucho mejor que la tuya.
Me chincha achinando los ojos.
- Saxo... quiero oírte tocar el saxo.
+ No.
- Al final no me contaste por qué no has vuelto a tocarlo, ni la guitarra.
+ Me recuerda a mi abuelo. A promesas que nos hicimos y a cuánto le echo de menos cada día.
- ¿Murió?
Me atrevo a preguntar para confirmar una respuesta obvia.
+ Sí. Estaba mayor y casi nunca me reconocía.
- Es duro.
Admito.
- Yo también echo de menos a los míos.
Confieso.
- Me encantaría saberles orgullosos de mi.
+ No dudo que lo estarán.
- No hablo de la música.
+ Yo tampoco.
- ¿Y como sabes que están orgullosos de mi?
Inquiero.
- Igual si supieran las cosas que he hecho estarían avergonzados.
+ ¿Siempre eres tan destructiva contigo misma?
- Intento no serlo.
Me encojo de hombros.
+ No creo que hayas hecho nada tan malo como para que no estuviesen más que orgullosos, y sea lo que sea, deberías ser tú la que te perdone.
- Ya.
+ ¿Sabes lo que creo?
Hago un pequeño ruidito invitándole a hablar. No sé por qué ni como ha conseguido que le confiese algo tan intimo.
+ Hacemos lo imposible por ser aceptados, por crear relaciones, querer, ser queridos, pero a final de cuentas, somos humanos, hacemos daño y aunque nos cueste aceptarlo, todos somos el malo en la vida de alguien.
- ¿De verdad crees eso?
+ Ciegamente.
- ¿Todos somos el malo en la vida de alguien?
Pregunto entre incrédula y reflexiva. No me atrevería a negarlo. En mi vida fue Sebastián. Puede que en la suya también haya sido yo.
+ Es inevitable.
- ¿Y tú? ¿De quien eres el malo en su vida?