Narra Malú
Me arreglo frente al espejo sin exagerar. Vaqueros, un jersey negro con un collar a juego, mis botas súper calentitas, una chupa del mismo color y maquillaje suave. Ordeno las ondas de mi pelo y bajo decidida en busca de las llaves que dejé en el recibidor. Vero tiene razón. Tengo que hablar con Martín.
Conduzco sin prisas, pero presa de los nervios. La voz flamenca de mi amigo Miguel me acompaña en la radio, aunque bajito. El corazón me va tan rápido que parece oírse por sobre la música.
- Yo también te quiero.
- No me folles, hazme el amor, porque solo tú puedes hacérmelo.
- Enséñame a amarte.
Practico en voz alta algunas frases que necesito decirle. Mi mejor amiga me ha abierto los ojos, y creo que Martín si ha conseguido enamorarme, o al menos está empezando a lograr que le quiera un poquito, pero soy como una niña inexperta, que necesita que la ayuden a dejarse sentir con todo el corazón. Que acaricie mis heridas, curándolas con sus dedos.
Su piso no es demasiado lejos del mío, pero cuando echas de menos a alguien, tan solo unos minutos se hacen eternos, y ahora cargada de emociones y deseo de no separarme de él en lo que queda de día, cada instante me parece eterno.
- ¡Gracias!
Suelto al aire al ver que un coche sale del aparcamiento, dejándolo libre, evitándome tener que alargar la tortura que se me hace esta espera buscando un sitio para el mío.
Entro en el portal y vuelvo a mirarme en el espejo. Esta vez si que lo confieso, me he arreglado para él.
- Te quiero.
Vuelvo a repetir aquella frase tan simple y llena de significado. No es tan difícil de decir. El necesita escucharlo, y según Vero, más necesito yo decirlo. Asegura que voy a sentirme liberada.
- Ayúdame a quedarme.
Será la frase después de Follar.
- ¡Hacer el amor!
Me corrijo rápidamente. He llegado a su planta y toca enfrentarme a él. Camino hasta su puerta y me detengo a tomar una bocanada de aire. Creo que me hace falta una bombona de oxígeno. Suspiro y me doy la vuelta. No puedo hacerlo.
- Si que puedes, Malú.
Me animo a mi misma devolviendo mis pasos. Doy unos golpecitos en la puerta sin reunir aún la seguridad para tocar el timbre. No hace falta. Me ha oído. Unos pasos se asoman y la abren sin pudor. Mi vista al suelo me permite ver unos pies de mujer enfundados en sus calcetines, unas piernas envidiables y desnudas, y una sudadera masculina que no podría asegurar a quien le pertenece.
+ Male, ¿quién es?
Aparece tras ella, desnudo y envuelto en una toalla que le rodea la cintura.
+ Malú.
Pronuncia mi nombre.
- Lo siento.
Titubeo.
- No quería molestar.
Aseguro antes de salir corriendo.