Narra Mateo
+ ¿Tienes sueño?
Pregunto bajito, inseguro de si se ha quedado dormida.
- Chi.
Su respuesta no tarda en llegar con voz adormilada e infantil. Los primeros rayos de luz empiezan a colarse entre nosotros por las ranuras de las persianas y no hemos descansado en toda la noche. Malú por venir conduciendo desde Valencia y yo por pensar en ella hasta que ha aparecido como un sueño hecho realidad. Desde entonces solo nos hemos dedicado a regalarnos caricias, besos robados y palabras ñoñas en susurros. Podría decirse que hemos conseguido más intimidad durante estas horas que las veces que nos hemos entregado desnudos a la pasión.
+ Duerme.
Beso su cabeza. Está apoyada en mi pecho y la veo subir y bajar al compás de mi respiración.
+ Yo tengo que llevar a Eva a la escuela.
- ¿Tan pronto?
+ Son más de las siete.
Le enseño el reloj.
- Me voy a casa.
Anuncia sin separarse ni un solo milímetro de mi. Está cómoda y eso me infla el alma.
+ No.
Le pido.
+ Quédate.
Suspira y se inclina para volver a besarme.
- No quiero que tu sobrina me vea aquí.
Vuelve a regalarme un beso.
- Sabes cuánto me apetece conocerla.
Evita que la malinterprete, aunque no necesita darme explicaciones.
- Pero no así. Puedes llevarla al estudio, o...
+ No va a verte.
Interrumpo acunando su mejilla en mi mano. Necesito robar otro de sus besos.
+Yo tampoco quiero que te conozca de esta manera.
Advierto.
+ Cerraré la puerta de la habitación. Tan solo voy a llevarla, y luego vuelvo aquí, a acurrucarme contigo.
- ¿Tu es que no tienes nada que hacer?
Una risita fresca escapa de su boca.
+ Si supieras.
Hago un gran esfuerzo para que no note la preocupación en mi voz. Iba a ocuparme de Alex.
+ Pero nada es tan urgente como seguir aquí disfrutando de ti.
- Voy a ponértelo fácil.
Sonríe y vuelve a besarme.
- Me voy para hacer cosas yo, que soy una mujer muy ocupada.
+ Oye, que tú estás de vacaciones en Valencia.
Protesto recordándole el plan original que tendría estos días.
+ No tienes nada que hacer más que estar conmigo, que para eso has vuelto.
Me quejo como un niño enfurruñado.
- Ya quisieras.
Se echa a reír. Creo que podría grabar un disco de su risa y me pasaría el día escuchándolo.
- Te lo tienes muy creído.
Apoya su índice en la punta de mi nariz y luego deja un pico en mis labios.
- Además que dormir también es algo que hacer.
Carcajea aceptando mi argumento.
+ Ya. Pero puedes dormir aquí, acurrucada en mis brazos.
- Suena tentador.
Finge una mueca reflexiva.
- Pero mejor me abrazo a Danka.
Ríe sabiendo que me pica y al instante se incorpora. Alcanzo a robar un beso casto antes de verla entrar en el baño.
- ¡Joder, Martín! ¿Qué me has hecho?