Capítulo 108

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Narra Mateo

+ ¿Tienes sueño?

Pregunto bajito, inseguro de si se ha quedado dormida.

- Chi.

Su respuesta no tarda en llegar con voz adormilada e infantil. Los primeros rayos de luz empiezan a colarse entre nosotros por las ranuras de las persianas y no hemos descansado en toda la noche. Malú por venir conduciendo desde Valencia y yo por pensar en ella hasta que ha aparecido como un sueño hecho realidad. Desde entonces solo nos hemos dedicado a regalarnos caricias, besos robados y palabras ñoñas en susurros. Podría decirse que hemos conseguido más intimidad durante estas horas que las veces que nos hemos entregado desnudos a la pasión.

+ Duerme.

Beso su cabeza. Está apoyada en mi pecho y la veo subir y bajar al compás de mi respiración.

+ Yo tengo que llevar a Eva a la escuela.

- ¿Tan pronto?

+ Son más de las siete.

Le enseño el reloj.

- Me voy a casa.

Anuncia sin separarse ni un solo milímetro de mi. Está cómoda y eso me infla el alma.

+ No.

Le pido.

+ Quédate.

Suspira y se inclina para volver a besarme.

- No quiero que tu sobrina me vea aquí.

Vuelve a regalarme un beso.

- Sabes cuánto me apetece conocerla.

Evita que la malinterprete, aunque no necesita darme explicaciones.

- Pero no así. Puedes llevarla al estudio, o...

+ No va a verte.

Interrumpo acunando su mejilla en mi mano. Necesito robar otro de sus besos.

+Yo tampoco quiero que te conozca de esta manera.

Advierto.

+ Cerraré la puerta de la habitación. Tan solo voy a llevarla, y luego vuelvo aquí, a acurrucarme contigo.

- ¿Tu es que no tienes nada que hacer?

Una risita fresca escapa de su boca.

+ Si supieras.

Hago un gran esfuerzo para que no note la preocupación en mi voz. Iba a ocuparme de Alex.

+ Pero nada es tan urgente como seguir aquí disfrutando de ti.

- Voy a ponértelo fácil.

Sonríe y vuelve a besarme.

- Me voy para hacer cosas yo, que soy una mujer muy ocupada.

+ Oye, que tú estás de vacaciones en Valencia.

Protesto recordándole el plan original que tendría estos días.

+ No tienes nada que hacer más que estar conmigo, que para eso has vuelto.

Me quejo como un niño enfurruñado.

- Ya quisieras.

Se echa a reír. Creo que podría grabar un disco de su risa y me pasaría el día escuchándolo.

- Te lo tienes muy creído.

Apoya su índice en la punta de mi nariz y luego deja un pico en mis labios.

- Además que dormir también es algo que hacer.

Carcajea aceptando mi argumento.

+ Ya. Pero puedes dormir aquí, acurrucada en mis brazos.

- Suena tentador.

Finge una mueca reflexiva.

- Pero mejor me abrazo a Danka.

Ríe sabiendo que me pica y al instante se incorpora. Alcanzo a robar un beso casto antes de verla entrar en el baño.

- ¡Joder, Martín! ¿Qué me has hecho?

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