- Melendi.
Protesto.
- Que yo no me enamoro.
M: Que yo no me enamoro.
Me imita al unísono de mi quejido.
- En serio.
Insisto.
M: Pero con él algo es diferente.
- No quiero lastimarle.
Suspiro.
- Es mi amigo y...
M: Te gusta.
Acaba la frase por mi.
- ¿Qué más da?
M: Inténtalo.
- No.
M: ¿Por qué?
- Empiezo la gira, conciertos, promo, no hace falta que te explique a ti que no tengo tiempo para estas cosas.
M: Cariño, el tiempo es relativo.
Reflexiona.
M: Lo que tú tienes es un yuyu que te cagas.
- No quiero hacerle daño.
M: Ya se lo has hecho hoy conmigo. Se lo vas a hacer cuando tengas que volver a verlo en el estudio y pretendas que no ha pasado nada entre vosotros o cuando vuelva a verte besando a otro...
- No tiene por qué verme. Lo nuestro de esta noche fue un desliz.
Por primera vez aparta sus ojos de la carretera y me mira con desaprobación.
M: No llegó a serlo, pero le has lastimado igualmente.
- ¿Y que se supone que tengo que hacer?
Pregunto quejica.
M: Déjate sentir.
- Yo no sé hacer eso.
M: Habla con él. Cuéntale tu historia y pídele que te enseñe.
- Sí, claro.
Niego irónica.
- En cuanto se entere que un ex de hace más de diez años sigue haciendo pupa va a pedirle a un psiquiatra que me encierre en un loquero.
M: Sebastián desapareció, Lula.
Aparca en su casa y apoya su mano sobre mi rodilla cariñosamente antes de bajar del coche.
M: Él ya no te hace daño. La lapidaria eres tú.
- Me rompió el corazón.
Me defiendo.
- Y cuando creía que no podía hacerme más daño, volvió a abandonarme.
M: Pero han pasado diez años y eres tú la que no se permite volver a amar.
- No lo necesito.
M: Yo no sé si es Martín o será otro, Malú. Pero en determinado momento se te hará imposible seguir acallando a tu corazón.
- No le conoces. No sé por qué insistes.
M: Parece un buen chaval.
Me rebate.
M: Pero llevas razón, no le conozco.
Esta vez esta de acuerdo conmigo.
M: Pero a ti sí.
Asegura con chulería.
M: Y tú si tienes la necesidad de enamorarte.
- Que no.
Me enfurruño. No se por que insiste tanto con estas bobadas.
M: Vale.
Rueda los ojos dándose por vencido.
M: Pero habla con él.
Me pide entrando en su casa. Agradezco el calorcito que se siente dentro.
- Melen.
Le miro seria.
- Eres mi mejor amigo y aún no me animo a contarte a ti toda mi historia.
Muerdo mi labio inferior avergonzada. No estoy orgullosa de lo que hice, aunque Sebastián no se merece mi compasión.
- ¿Cómo crees que podría contársela a Martín?
Me interesa saber vuestras teorías de que le hizo Malú a Sebastián que no se atreve a confesarle ni siquiera a Melendi