Capítulo 111

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- Vero.

Lloriqueo cuando mi amiga contesta la llamada en el ordenador. Me apetecía una conversación con cámara, a veces me hace sentirla más cerquita.

V: Nena, ¿no ha ido bien?

Pregunta preocupada.

- No lo sé.

V: Cuéntamelo todo.

- Pasamos una noche increíble.

Empiezo a relatarle.

- Sin sexo.

Aclaro antes de que se imagine cosas.

- Le advertí que si follabamos no iba a quedarme a dormir, y prefirió mi compañía.

V: Ya.

Reflexiona un par de segundos.

V: ¿Y que es lo que ha sido increíble si no hablas de un buen orgasmo?

Bufo.

- ¡Joder, Verónica!

V: Ya... ya... lo siento.

- En serio. Fue... especial.

Defino la velada sin encontrar la palabra acertada.

- Nos mimamos.

Le cuento.

- Besos, caricias, piques.

Recuerdo nostálgica.

- Te juro que fue bonito.

No puedo descifrar su gesto.

- Íntimo.

Por fin encuentro una definición más certera a la noche que pasamos.

V: Estas pillada.

- No... lo sé.

Un torbellino de sentimientos vuelve a apoderarse de mí.

V: No te lo estaba preguntando.

Aclara.

V: Y me alegra ver que vuelves a sentir y que te das cuenta de ello.

- Me ha dejado con un calentón que flipas.

V: Ahora entiendo tu cara.

- No es eso.

Decido contarle los detalles. No hay secretos entre nosotras.

- Se nos ha hecho de día, y Martín tenía que llevar a su sobrina a la escuela. Le he dicho que me vendría a casa y he ido al baño a asearme un poco antes de hacerlo, pero me he encontrado con que me ha dejado marcas.

Me refiero a la alergia. Llevo algunas cremas que han bajado un poco la inflamación.

- Y un chupón.

Levanto el cuello permitiendo que lo vea, señalándole mi cuello y desatando sus carcajadas.

- ¡Casi le mato!

Prometo.

- Al oír mi sorpresa ha corrido a verme y a insistir en que me quedara... Una cosa ha llevado a la otra y me puso muy cachonda.

No puedo evitar ruborizarme.

- Le he pedido que me folle y se ha negado.

V: Capullo, pero ¿qué más da?

Inquiere.

V: No hay nada que tus propios dedos no puedan solucionar.

- Lo he intentado.

Admito.

- Pero no he podido correrme.

Me mira estupefacta.

- Vero, que ni con el jodido vibrador me he liberado.

Me quejo tan frustrada como avergonzada.

- Y creo que me he hecho daño con mis propios dedos.

Maldigo.

- Todavía me duele.

Confieso.

V: Nena.

Me mira compasiva.

V: ¿Qué es lo que no me estás contando?

Suspiro abatida y se me llenan los ojos de lágrimas. Soy una cabrona.

- No ha querido follarme porque dice que me quiere. Que él me hace el amor, porque me respeta.

Sollozo.

- Me pedía que le quiera también.

Sorbo ligeramente la nariz.

- Vero, la tenía enorme, se moría por un polvo, y se ha aguantado rogándome que nuestros sentimientos sean mutuos. Prometiéndome que iba a enseñarme a quererle a él. Que va a demostrarme que sus palabras no son clichés y que las cosas bonitas que siempre me dice las siente de verdad. Que disfruta de mi compañía, no solamente de follar.

V: Gorda, es muy bonito.

Comenta enternecida.

V: No dejes pasar a un tío así.

Me ruega consiguiendo que explote en un llanto desconsolado.

V: Pero, Malú, ¿qué pasa?

- Que él me quiere de verdad y me abre su corazón, se queda con una polla kilométrica por mantenerse fiel a sus necesidad de demostrarme que va en serio, ¿y sabes lo único que quiero hacer yo con la humedad entre mis piernas?

Con un suave ruidito me invita a hablar.

- Correr a la cama de Melendi.

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