Capítulo 115

105 12 3
                                    

Corro a mi coche y por suerte no tardo en alcanzarlo para refugiarme allí. Enciendo el motor y arranco sin darle tiempo a Martín de ponerse algo digno encima y perseguirme. No quiero explicaciones. Es evidente que de la misma forma en que yo he querido correr a la cama de Melendi, él ha querido hacerlo con esa zorra, la diferencia es que yo me he aguantado, y he venido a pedirle a él lo que buscaba. Martín en cambio, se llena la boca de promesas y y palabras bonitas, pero son todas mentiras. Al final tenía razón. No merece la pena apostar por el amor. Los hombres son todos iguales y siempre se sufre.

- "¿Nos vemos?"

Aprovecho los pocos segundos que me brinda la luz roja del semáforo para enviar el mensaje. No espero respuesta y conduzco en aquella dirección.

La lluvia cae con fuerza inundando la ciudad, y tardo un par de segundos en reparar que la humedad de mis mejillas son lágrimas y no gotas que se cuelan en el interior del vehículo.

- ¡No mereces mis lágrimas!

Rechazo sus llamadas constantes, enfurecida y dolida.

Aparco al llegar a mi destino y una leve sensación de alivio me invade al ver su coche en el garaje.

- Estas.

Murmuro limpiándome el rostro con el dorso de mi mano.

M: "Te espero en casa"

Su respuesta me lo corrobora. Claro que sí, él está. Para mí, Melendi siempre está.

+ "Malú, no es lo que crees"

+ "Contéstame, joder"

+ "Malena es mi vecina"

+ "La que me llamó aquella noche en tu casa"

+ "Es mi amiga, y siempre cuida de Eva"

+ "Anda, habla conmigo"

+ "Malú"

+ "Mi niña..."

- No me llames mi niña, ¡cabrón!

Grito al móvil como si fuese su culpa. Luego lo meto en mi bolso y corro a la entrada para no calarme hasta los huesos.

M: Madre mía que guapa estás, Lumi.

Los brazos de mi mejor amigo me reciben.

M: Y triste.

Agrega al verme la cara. Hago un puchero y el amago de sonreír para evitar las lágrimas.

M: ¿Café y me lo cuentas?

- Un vino vendría mejor.

Propongo inocente.

M: Son las once de la mañana, hija.

- Ya. Creo que llevo cuarenta y ocho horas sin dormir. No tengo idea de qué hora es.

M: ¿Pero tú no estabas en Valencia?

Hace cálculos y por su gesto asumo que empieza a entender.

M: Por cierto, llevan llamándote desde que has entrado.

Deja de hacer caso omiso a mi móvil que no deja de sonar.

M: Y apostaría a que el responsable de tu cara de pocos amigos, el que te ha hecho volver y el de las llamadas son la misma persona.

- Martín.

M: Martín.

Decimos al unísono. Él con tono asertivo y yo repleta de decepción.

- Déjame apagar el móvil.

Lo saco del bolso para hacerlo.

- Creía que empezaba a quererle.

Me desahogo.

- Pero resultó ser que le odio con todas mis fuerzas.

M: Eso no es nuevo. Y lo de quererle tampoco.

Se sienta junto a mi en el sofá, estirando su brazo por sobre mi hombro e invitándome a apoyarme en su torso.

M: ¿Quieres contarme que ha pasado?

Me encojo de hombros. Lo que de verdad quiero es follar y que Martín me oiga gemir gritando el nombre de mi mejor amigo.

Todos los secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora