Narra Mateo
- ¿Tu niña?
Me confunde el tono de su voz. No estoy seguro si le gusta o le molesta. A veces es tan difícil descifrarte, Malú.
+ Bueno... pues... si... no sé... si te apetece...
Titubeo.
+ Yo creo que es bonito, pero si para ti es demasiado pronto, o...
- Lo que creo yo es que merezco escuchar explicaciones antes que un mote cariñoso.
+ Alex se fue de la clínica.
Le cuento sin nada que debatir. Tiene toda la razón del mundo.
+ Eva le ha llamado mientras yo estaba en tu casa, y así se ha enterado de la fuga de su padre.
Suspiro contrariado.
- Pobre niña, no se lo merece.
+ Ningún niño se merece lo que le ha tocado pasar a Eva.
Digo certero.
+ Y es que encima no es la primera vez.
Recurro a nuestra amistad para estrujar mi corazón y mis preocupaciones en su oído.
+ ¿Cómo hago para seguir prometiéndole que su padre intenta curarse para poder recuperarla, Malú?
- Martín, no hay nada más doloroso que las mentiras.
Me agobio en la milésima de segundo en que hace una pausa para continuar con sus consejos, mientras yo imagino su reacción cuando se entere de quien soy verdaderamente.
- Y prometer algo que no vas a cumplir, no es más que eso, una cruel mentira.
Su voz es dulce y comprensiva.
- No dudo que quieres lo mejor para tu sobrina, pero hacerla creer que su padre es alguien que no es, solo va a hacerla más daño.
+ ¡Jodido imbécil!
Farfullo sin estar seguro se me refiero a Alex o a mi.
- Martín, si me necesitas en Madrid contigo me regreso esta misma noche.
Su generosidad me crea un nudo en la garganta. Sí, lo único que me apetece ahora mismo es estar con ella, abrazarla con fuerza, sabiendo que aquel abrazo podría ser el último. Besarla con premura, reconociendo que lo más probable es que no vuelva a sentir su sabor. Hacerla mía y fundirnos en una unidad que arrastra caducidad.
+ Que va.
Niego sin chistar.
+ Tu disfruta del mar, y de tu ahijada que estoy seguro que estará para comérsela.
- Y tanto.
Ríe enternecida. Intuyo que su mente le trae algún recuerdo de esta tarde.
+ Además tu amiga tendrá muchos planes para vosotras.
- Puede.
Otra vez su risa fresca.
+ Pues ve y disfruta.
- Gracias. Tú no dudes en llamarme.
+ No hará falta.
Aseguro. Llevo meses apañándomela solo. Simplemente su amistad me ha vuelto adicto a ella, hasta llegar a enamorarme y necesitarla aun más.
+ Buenas noches, Malú.
- Me gustaba más de la otra forma.
Susurra bajito.
+ ¿El que?
- El como me has llamado.
Aunque no puedo verla, puedo asegurar que muerde su labio al decírmelo. Siempre que se ruboriza lo hace, y yo sonrío de oreja a oreja, como un tonto enamorado.
+ Buenas noches, mi niña.