+ Siento las horas.
Me disculpo aún en el telefonillo. He tocado el timbre y supongo que casi a las once de la noche ya no me esperaba.
- Pasa.
Abre sin hacer preguntas ni reclamos. Recorro su jardín con prisa, el frío de febrero no nos ha dado tregua y viéndola tras la puerta entornada protegiéndose del fresco me recorren unas ganas de engancharme a sus labios que no estoy seguro que seré capaz de controlar.
+ Que bien se esta aquí.
Valoro quitándome el abrigo. Sus perras no tardan en aparecer olfateandome y llenándome de lamidos y movimientos alegres del rabo.
- Dejadle chicas.
Las aparta escueta.
+ ¿Como estas?
- Bien.
Contesta andando hasta el sofá, volviendo a cubrirse con la manta que asumo que llevaba antes de que mi visita la obligue a levantar el culo.
- ¿Te apetece algo?
+ No.
Me siento a su lado.
- ¿Cómo está tu hermano?
+ Tan idiota como siempre.
- ¿Qué ha pasado?
+ Quiere abandonar el tratamiento.
Le cuento enfadado. Sebastián me lo ha comentado esta tarde y aunque yo he intentado llamarle, no he tenido forma de hablar con él.
+ Cree que ya está curado, pero los médicos no dicen lo mismo.
- ¿Por eso te has ido el otro día del estudio?
+ No.
Suspiro y decido ser honesto.
+ Alex tiene una hija.
Por primera vez le voy a hablar de Eva. Después de muchas vueltas que le he dado en mi cabeza, he decidido que necesito ser sincero con ella.
+ Eva, y yo tengo la tutela.
- ¿Tienes una sobrina que es casi tu hija y no me habías hablado nunca de ella?
Corrobora confundida.
+ Eso es.
Admito.
+ Y te quiere como a nadie.
Evito reproches innecesarios. Me mira silenciosa, pero una sonrisa tímida tira de la comisura de sus labios.
- ¿Cuántos años tiene?
+ Siete.
Le enseño el fondo de mi pantalla. La canija aparece con su pelo rubio desordenado, apoyada en la pared anaranjada tan fea que hay en el salón de mis padres en Miami. Le tome aquella foto cuando la lleve a despedirse de sus abuelos, justo un par de días antes de venirnos a Madrid. Viste una camiseta negra y deja ver en el borde la cruz de oro que le regaló Alex para que le sienta siempre cerquita suya.
+ Y no sé cuán bonita será tu ahijada...
Tiro del humor.
+ Pero puedo asegurarte que la niña mas bonita del mundo es ella.
- No.
Niega rotunda. He despertado su vena competitiva. La conozco perfectamente y ver sus ojillos achinarse deseando tener la última palabra me lo demuestra. Como me gusta reconocer sus gestos sin equivocarme.
- Es Carla.
Asegura.
- Pero Eva es muy guapa.
Admite.
- Y quiero conocerla.
Me pide.
+ Malú... no quiero volver a equivocarme.
Aún no sé en que acabará esta conversación. Pero si tengo la certeza que no podemos ignorar lo que ha pasado entre nosotros. O lo que no pasó. Ni estas semanas de silencio. Ni tampoco puedo hacer caso omiso a los latidos de mi corazón que van desbocados deseando volver a sentirla mía. Si llega a conocer a Eva o no, lo veremos luego.