Capítulo 107

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- Siento haberte desvelado.

Me disculpo separándome tan solo un poquito de él, para contemplarle.

+ No podía dormir.

Besa mi sien dulcemente.

+ Estaba pensando en ti.

Admite con un dejo de inseguridad en la voz.

+ En cuánto me apetecía tenerte conmigo.

Me hace sonreír y apartar la mirada, que no puedo evitar bajar directamente al suelo.

+ Y cuando he oído que llamaban a la puerta me he negado a asomarme. Juraba que me estaba volviéndome loco y que solo eras producto de mi imaginación.

Una risita floja se me escapa. Que mono es.

+ Vamos dentro.

Entrelaza nuestros dedos, tirando de ellos para hacerme pasar.

+ ¿Qué quieres tomar? ¿tienes hambre?

Me ofrece de todo.

- Martín.

Le paro.

- No quiero nada.

Garantizo.

- Solo estar contigo.

Me abrazo a él, rodeando su cintura y sintiendo como el pasa sus brazos por mis hombros, estrechándome con fuerza para no dejarme ir y la delicadeza suficiente para no hacerme daño.

- ¿Cómo estás?

Vuelvo a mirarle. No es una pregunta de cortesía y creo que los ojos son la ventana del alma, allí sé que encontraré una respuesta.

+ Enfadado, preocupado, decepcionado.

Enumera algunos sentimientos.

+ Pero no quiero pensar en Alex.

Suplica agotado.

+ Llevo haciéndolo sin parar por más de veinticuatro horas.

Me recuerda.

+ Solo déjame estar contigo y disfrutarte.

Accedo con un gesto. He venido a acompañarle y estar con él de la manera que necesite. No pienso obligarle a hablar de nada que no le apetezca.

+ Vamos a mi habitación.

- Vale.

Me dejo guiar a su dormitorio sumergido en la penumbra. Apenas unos pocas luces de la calle se cuelan entre los pequeños espacios que dejan las persianas cerradas. Su cama está deshecha y las sábanas huelen a él.

- Si quieres sexo, luego voy a irme.

Advierto. Sus manos apenas han tenido tiempo de colarse por debajo de mi ropa acariciando mi tripa. Me mira confundido.

- Puedo acompañarte todo lo que quieras.

Intento explicarme.

- Pero nunca duermo con alguien después de follar.

Hasta ahora me las he ingeniado para que eso ocurra sin verbalizar mis condiciones, pero esta vez tiene que saberlo.

+ Vale.

Acepta.

+ Pero hay dos cosas que debes saber.

- ¿Qué cosas?

+ La primera, es que me gustas en la cama.

Me mira travieso.

+ Me encantas.

Se corrige.

+ Pero lo que siento por ti no se limita a un polvo, quiero estar contigo porque disfruto de tu compañía, y jamás te pediría sexo si no es lo que tú también deseas.

Intento ocultar una sonrisa.

- No quise decir que no me apetece.

Aclaro.

- Pero...

+ Shhhhh

Me acalla apoyando su pulgar en mis labios. Cuando consigue mi silencio usa aquel dedo para a acariciarlos, recorriéndolos con ternura, aumentando mis ganas de fundirlos con los suyos.

+ La segunda cosa que debes saber, es que yo a ti no te follo, te hago el amor, y aunque tu no estés preparada para que sea mutuo, o te parezca lo mismo, no me voy a cansar de decirte que te respeto lo suficiente para que dejes de usar aquel término grosero para algo tan bonito.

Pienso en que contestar, pero las palabras se escurren de mi cerebro, dejándome muda, mirándole desconfiada y a la vez enternecida. ¿De que planeta te has caído, Martín?

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