Narra Mateo
+ ¿Estas segura?
Corroboro tumbándonos en su cama, yo sobre ella, dispuesto a quitarle la camiseta. Hemos subido a trompicones, besándonos, tocándonos y deseándonos muchísimo. Y ahora la tengo a mi merced, pero no quiero que luego se arrepienta.
- Sí.
Confirma inclinándose para besarme.
+ Joder.
La admiro embelesado. Sus pechos de tamaño ideal aún están cubiertos por un sujetador pálido con líneas marrones. Las curvas de su cintura son tan perfectas que podrían haber sido esculpidas por los dioses y su abdomen sube y baja al compás de su respiración agitada.
+ Eres tan, tan bonita.
Prometo besando su cuello. Mis manos no desatienden el resto de su cuerpo, acariciandola por allí donde rozan.
- Martín.
Sus ojitos desprenden inseguridad. Me incorporo a apagar la luz para que se sienta cómoda y solamente una iluminación tenue se cuela por las persianas abiertas.
+ Te juro que adoro cada parte de tu cuerpo.
Necesito que me crea.
+ Malú, eres guapísima.
Aseguro haciendo un recorrido con mi dedo índice por su vientre hasta detenerme en su puente de Venus, colándome entre su pantalón y las braguitas. Me besa con ganas.
+ Quiero quitarte esto.
Pido permiso, y al recibirlo con un gesto deslizo ambas prendas por sus piernas, llenándola de besos en la cara interna de estas. La siento estremecer.
- Deberías...
Propone sin acabar la frase con palabras, pero lo hace con acciones, tirando de mi jersey y lanzándose a los botones de mi camisa como enemigos en guerra. Consigue desnudarme en tiempo récord y en un ágil movimiento atrapa mi miembro rodeándolo con sus dedos, cortándome la respiración.
- ¿Te gusta?
Pregunta inocente moviéndolos por toda mi erección y antes de que pueda darle una respuesta, clava su uña en la punta, robándome un quejido cargado de placer.
+ Me gustas tú.
Aseguro jadeante y retirando su mano. Le tengo demasiadas ganas y no necesita muchos preámbulos para que me corra, pero quiero hacerlo dentro de ella, y para permitirme llegar al climax, necesito que lo consiga primero Malú. Beso su cuello, pellizco sus pezones y con la lengua recorro su boca, invitando a la suya a bailar en la mía. Mi dedos deambulan por su cuerpo y se detienen en sus pliegues. La escucho suspirar cuando acaricio su zona más sensible torturándola al detenerme en su vértice, pero sin adentrarlos. Sus caderas piden a gritos que lo haga y su humedad me absorbe.
- Ahgh.
Se queja buscando más contacto. Con mi dientes atrapo su pezon y sin previo aviso introduzco un tercer dedo haciéndola gritar.