+ Vale.
Retira su mano de mi pecho y lo lleva a mi cara, dejando una caricia suave que me hace arder la piel.
+ No voy a forzarte a nada que no te apetezca.
Promete dejándome perpleja. ¿De verdad va a respetarme tanto? ¿No piensa quejarse argumentando que ya me ha visto? ¿No va a gritarme por dejarle con el calentón? Cuando me he arrepentido de echar un polvo con cualquier tío con el que solo pensaba pasar la noche me han dicho de todo.
+ ¿Quieres que...?
Asoma su mano al borde de mi pantalón, ofreciéndose a masturbarme. Sé que ha sentido mi pezon endurecido y no es difícil reconocer lo cachonda que me ha puesto. Mi piel está erizada y sus besos han alterado mi respiración.
- No.
Me muero por decirle que sí. Que sus dedos alivien mi deseo. Que me acerque al paraíso porque sabe perfectamente cómo hacerlo. Que mis músculos se contraen porque le añoro dentro.
- No es justo.
Explico y luego ataco sus labios necesitando el contacto.
- Si vas a esperarme, voy a aguantarme contigo.
Mi cuerpo y mi mente se enfrentan a una enorme contradicción, pero de solo imaginármelo observándome sin nada que cubra todas mis imperfecciones me tenso completamente y siento demasiado pudor.
+ Nunca sería capaz de forzarte.
Promete.
+ Pero no puedes imaginarte cuanto te deseo.
Vuelve a acariciarme tiernamente.
+ Y ojalá pueda llenarte de seguridad y ahuyentar a todos esos fantasmitas que tienes en la cabeza, porque es una pena que no sepas ver que eres guapa a rabiar.
No contesto. No sé qué decir. Pero busco sus labios nuevamente. Ellos se están convirtiendo en mi consuelo y también en mi perdición.
+ ¿Quieres contarme lo de tu padre?
Llevamos largos minutos en la misma posición, besándonos cada tanto, y acariciándonos sin más. Silenciosos, pero comunicados.
- Ahora no.
Suspiro.
- Me traicionó hace años.
No quiero que piense que vuelvo a escaparme, por lo que doy una explicación escueta pero concisa.
- Pero acabo de enterarme, y necesito procesarlo.
+ Vale.
Apoya sus labios en mi frente, dejando un beso allí.
+ ¿Sabes que me tienes?
Asiento sin apartarme y con una leve sensación de alivio. Me siento tranquila estando con él. Pocos minutos después vuelvo al hueco de su cuello, y bostezo relajada.
+ Mi niña, es tarde.
Mira su reloj. Yo también lo hago. Casi las cuatro de la madrugada.
+ Y tú has tenido un concierto y demasiadas emociones.
Me recuerda dulcemente.
+ Vamos a dormir.
Propone levantándose para volver a su habitación y dejándome en una encrucijada en la que no me puedo decidir. No quiero que se vaya, pero no puedo invitarle a dormir. Me parece algo demasiado íntimo y no lo puedo permitir.