Capítulo 154

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Narra Mateo

+ ¿Vergüenza?

Con mis dedos levanto su barbilla para obligarla a que me mire.

+ ¿De qué?

Pregunto asombrado. ¿Quién soy yo para juzgarla?

- Por favor, no insistas...

Me suplica susurrando. Sus ojitos han vuelto ha encharcarse.

+ Vale.

Tampoco pienso torturarla ni hacer que se sienta incómoda.

+ ¿Puedo acariciarte?

Duda por unos segundos y luego niega con un gesto leve.

+ ¿Piensas decirme el por qué?

- Martín...

Empieza a desesperarse y yo con ella. Rechaza cualquier tipo de contacto físico y hace unos días me pedía que la lleve a la cama.

+ ¿Si tú no quieres hacerlo, puedo decirte como me siento yo?

Sé que ahora mismo se trata de ella y no de mi, pero ya no sé qué hacer para derribar su coraza. Cada vez que creo derrumbar sus barreras acaba por levantar una más grande.

Su respuesta es asentir levemente.

+ Confundido.

Le cuento.

+ Sé que aquella noche en la playa sentiste que no quería hacerte el amor, pero te equivocas.

Aseguro.

+ Entendiste que no me pones y me contaste que el último tiempo has cogido peso.

- Déjalo estar.

Intenta callarme a la par que derrama varias lágrimas, limpiándose los ojos con el dorso de su mano.

+ No. Las cosas hay que hablarlas.

Me niego. Ella escapa de enfrentarse a nuestros conflictos y yo no conozco otra forma de arreglarlos que enfrentándolos.

+ Llevo días culpándome por hacerte sentir insegura, cuando las conclusiones las sacaste tú sola, y yo lo único que deseo es hacerte mía cada día y a todas horas.

Sobre la nariz, y un nuevo puchero acecha.

- Martín, no quiero hablar de eso.

+ Pero tienes la mala suerte de que internet esté lleno de fotos tuyas.

Ignoro su pedido.

- Déjalo.

Me ruega.

+ Puede que hayas cogido peso, sí.

- ¡Déjalo!

Grita enrabiada.

+ ¡No!

Levanto la voz imitándola, haciéndola saber que no voy a rendirme. Aunque todo acabe aquí, está conversación vamos a tenerla.

+ También he visto que te cambiaste el color de pelo, que llevabas aparatos, y que...

- ¡Basta ya!

Vuelve a gritarme. Sé que la hago sentir expuesta, pero esta es la única manera en que creo poder ayudarla.

+ Oye.

La atrapo cuando se levanta para salir de la habitación. Y vuelvo a sentarla con fuerza, esta vez sobre mis piernas.

- ¡Suéltame!

Grita dando patadas y manotazos al aire, e incluso, algunos a mí.

- ¡Que me sueltes!

Chilla intentando zafarse de mi agarre, pero para su mala suerte yo tengo mucha más fuerza que ella.

- ¡Ayuda! ¡Necesito ayuda!

+ ¡Shhhh!

- ¡Déjame ir, Martín, quiero que me sueltes!

Lloriquea.

Contadme que os va pareciendo 😇🙈

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