Narra Mateo
+ Riquísimo todo, Pepi.
Agradezco sin ser capaz de comer más. Solo hemos venido nosotros y la mujer ha cocinado para alimentar a un ejército. Encima mi chica come poquito.
- Sí, mamá.
Me da la razón.
P: Luego te armo un tupper y te lo llevas, que no habéis comido nada.
Se queja con acento andaluz haciéndome sonreír, el parecido que hay entre madre e hija es evidente.
- Ven.
Malú tira de mi mano para llevarnos al sofá y enciende el televisor, tumbándose con la cabeza apoyada sobre mis piernas.
- ¿Pasan algo bueno, mamá?
Grita hacia la cocina asesorándose con su madre. Doy fe que últimamente no tiene mucho tiempo y el poco que le queda libre no lo usa mirando la televisión.
Acaricio su pelo mientras busca algo con el mando. Está relajada y la sensación en el ambiente es familiar y tranquila. Me gusta. En mi casa de niño las cosas no eran así. Mis padres siempre tenían algo que criticar, en cambio aquí, sin ser mi familia me siento cómodo.
P: Yo estoy viendo una.
Viene a hacernos compañía.
P: A ver, dame.
Le pide el mando.
- ¿De que va?
Se interesa mirando la pantalla intrigada mientras Pepi le hace un corto resumen que acaba por no servir demasiado porque pocos minutos después se queda dormida.
+ Pepi, yo me voy yendo.
Me excuso incorporándome con todo el cuidado necesario para no desvelarla. Creo que lo mejor será dejar que Malú duerma acá. Habíamos quedado que después de cenar iba a llevarla a su casa y yo volver a la mía, pero si ya ha caído rendida no merece la pena despertarla.
P: Vale.
También se pone de pie para despedirme, pero cuando estoy estirando la manta que he pillado en el borde del sofá sobre el cuerpo de mi chica abre los ojos sobresaltada.
+ Iba a irme a casa.
Le hablo bajito.
+ Te dormiste y no he querido despertarte.
- No.
Se incorpora adormilada.
- Llévame a casa.
Me pide.
+ ¿Segura?
- Sí.
Nos despedimos de su madre y salimos al coche con nuestras manos entrelazadas a pesar de la corta distancia.
- ¿Te has sentido bien?
Se interesa nada más montarnos.
+ Sí.
Confirmo.
+ Pepi es encantadora.
Aseguro. Al saberme cómodo se apoya en la ventana y cierra los ojos.
- ¿Llevas prisa?
Pregunta cuando aparco en su hogar. Miro la hora y confirmo que aún tengo un rato.
+ No.
- ¿Me acompañas?
Pone ojitos, obligándome a aceptar.
- Es que le he cogido el gusto a dormirme con tus mimos.
+ Vaya morro más grande tienes tú.
Ruedo los ojos.
+ Cuidado con pisartelo.
Advierto risueño.
- Voy a hacer pipí y ponerme el pijama.
Corre graciosa al baño. Solo han sido un par de cuadras y podría haber ido en la casa de su madre, pero creo que no espabilaba del todo hasta ahora. Un par de minutos después aparece de vuelta en su habitación donde me había dejado, ya cambiada y con los ojos cargados de sueño. Se mete en la cama, dejándome sitio y abrazándose a mi cuerpo.
- ¿Te quedas hasta que me duerma?