Capítulo 104

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V: Ya.

Me mira compasiva.

V: ¿Sabes cuál es el otro problema?

No espera a que responda, sigue hablando.

V: Que uno no elige de quien se enamora, y aunque te empeñes en negarlo, tú ya estás hasta las trancas por Martín.

- No.

Niego rotunda.

- Me gusta, sí.

Reconozco.

- Pero no estoy pillada, ni mucho menos hasta las trancas.

V: Joder, Malú, por una puñetera vez admite lo que sientes, disfrútalo y vive a tope.

Me sugiere con tanta severidad que parece una orden, y a la vez tan rebosante de cariño que sus palabras se asemejan a una tirita en el corazón.

- No sería por una puñetera vez.

Corrijo.

- Eso ya lo hice, y salió fatal.

Le corrijo amargamente.

V: No haber querido casarte y escaparte a escondidas de todo Dios a los dieciocho años.

Rueda los ojos.

V: Además que si no aceptas ningún anillo, no van a volver a dejarte tirada el día de la boda, nena.

Dice con humor destensando el nudo que se me ha hecho en la garganta.

- Tu eres tonta.

Aunque quisiera no podría enfadarme con ella. Tiene una forma divertida y cruda de decir las verdades, pero lo cierto es que me ha hecho reír en el mismo instante que he estado por romper a llorar.

- Creo que te has dejado parte del cerebro en el paritorio.

La chincho.

- Ah, no, lo has dejado por ahí en alguna fiesta incluso antes de que naciera Carla.

V: Uy, que graciosa que estás hoy.

- Bueno, ¿y tú qué, ningún bollodrama para contarme?

V: Que va hija, si desde que nació Carla lo que me dejé en el paritorio son mis encantos.

La pequeñaja está preciosa y es súper espabilada, pero si es cierto que con casi once meses le ha robado toda la libertad a su madre, que dedicada a la pequeña tiene pocas oportunidades de salir y conocer gente nueva.

- Mañana los recuperas.

Sonrío traviesa. Sus padres han insistido en quedarse con la niña para que nosotras aprovechemos la noche como en los viejos tiempos.

- ¿Me das unos minutos?

Me excuso poniéndome en pie mientras le enseño la pantalla del móvil. Martín siempre parece saber cuándo hablo de él, porque de alguna manera, aparece.

V: Hay pitis en la terraza.

Me recuerda que hace un rato dejamos allí la cajetilla que ahora rebuscaba en mi bolso. Sonrío agradecida y descuelgo la llamada.

- Hola, Martín.

+ ¿Cómo estas, mi niña?

Escuchar aquel mote salir de sus labios me estremece.

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