Capítulo 180

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- Que disfruten de un buen morreo.

Ataca mi boca deseosa. Esta desatada y me encanta. Cruzo mis brazos por su cuerpo apoyándolos en su culo y atrayéndola más hacia mí. La he echado de menos cada minuto de la noche.

+ ¿Estas borracha?

Pregunto divertido cuando la falta de oxigeno nos ha obligado a separarnos.

- Ojalá.

Se ríe inocente.

- No he probado ni una copa.

Se queja.

- Mañana trabajo.

Me recuerda sin que haga falta. Tenemos reuniones y por la noche va al hormiguero.

+ Ya...

No voy a negar que sus labios han sido una grata sorpresa, pero no quisiera que luego se arrepienta.

- Te echaba mucho de menos.

Explica abrazándose a mi.

- No me apetece tenerte lejos todo el rato como si fueras un invitado más.

Protesta con voz aniñada.

- Es mi cumple y quiero tenerte cerquita.

+ Reinona.

He cogido la manía de llamarla así y a ella le encanta. Sonríe de una forma especial cada vez que lo hago.

+ Yo quiero que tú estés cómoda, y que luego no te arrepientas de nada.

Acaricio su mejilla, arrastrando un mechón de pelo y colocándolo en su lugar.

- Es que...

Se encoge de hombros y muerde su labio inferior dubitativamente.

+ Mejor vuelve allí, y cuando acabemos aquí nos vamos a tu casa y te lleno de mimos.

Propongo evitando que se guíe por un impulso. Yo también estoy deseando tenerla pegadita a mí, pero debe sentirse segura y estar preparada para mostrarse conmigo.

- Vale.

Acepta.

- ¿Me das un beso más?

Pide tímidamente. Me inclino para rozar sus labios, los pruebo como si fuese la primera vez que siento su aliento mezclarse con el mío, luego acorto más nuestras distancias y me permito saborearla a gusto, recorriendo su boca con mi lengua, deseando quedarme en este momento para toda la vida.

Narra Malú

- Gracias por venir.

Me despido con dos besos de Casilda. Las horas han pasado y ya solo quedan José, Julian, Yago, Alejandro, Melen, Vane, Pilar, la tía Lourdes y mis dos primas que han venido especialmente de Algeciras con ella.

- Ven.

Estiro mi mano llamando a Martín. Le veo cortado y quiero que se sienta cómodo. Ahora sí que estamos los más íntimos, y no me importa que me vean con él. Entrelazo mi dedo meñique al suyo y le sonrío dulcemente, recibiendo un beso en la frente por respuesta. Nadie dice nada. A algunos les parece natural, otros puede que se lo esperaban. José, mi madre y Melendi lo sabían. El caso es que por fin puedo estar cerquita de él.

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