Capítulo 37

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M: Tu eres una capulla.

Ríe a carcajadas.

M: Lo que te gusta a ti una pullita.

Sonrío con él.

- Se lo merecía, jo.

Me excuso inocente. Con mi mejor amigo no cuela, Melendi si que me conoce bien.

M: No cariño mío, la que se lo merece eres tú, pero vamos a brindar por tu canallería antes de que me des un guantazo.

Me hace reír. Estaba por hacerlo.

- Salud.

Hago sonar nuestras copas con una sonrisa triunfal y luego bebo parte del contenido. El sabor del vino lo sigo degustando cuando me inclino a besar los labios de Melen.

Entre trompicones y besos llegamos a su habitación, tocándonos llenos de deseo, dejando nuestra ropa desordenada por todo su piso, jadeando excitados buscando el placer. Y lo conseguimos. Sin amor, pero con mucha lujuria.

- Vaya polvo.

Me incorporo para recoger mi ropa. Aunque solo sean mis braguitas y la camiseta que han quedado sobre la alfombra de su dormitorio. Por muy absurdo que parezca, me avergüenza estar desnuda frente a él cuando acabamos de follar.

- Se nos está yendo la olla.

Valoro.

M: Y tanto.

Me da la razón.

- ¿Tu estás bien con esto?

Me siento nuevamente en su cama, frente a él, dispuesta a tener una charla que Verónica me viene repitiendo hace tiempo que debemos de tener. Ella apuesta a por que si yo no siento nada más que amistad por Melendi, es él quién siente demás.

M: ¿A que viene este planteo ahora?

- A que es verdad.

Hago referencia a la charla que teníamos hace un rato.

- Cuando estamos solos ya no podemos tomarnos un vino y hablar...

M: Uf, Malú...

Coge torpemente un cigarro de la mesita de noche y me cede la caja con un mechero. No tardo en aceptar uno y unirme al mal hábito casi tan nerviosa como él. ¿Por qué no dice que esta genial, tal como lo estoy yo, que esto mola y que mañana lo podemos volver a repetir?

- Venga.

Le ruego que hable, expectante a conocer sus pensamientos.

M: Joder.

Resopla tras un par de caladas en un silencio ensordecedor.

M: Tu y yo lo tenemos todo, Malú.

Me mira a los ojos.

M: Confianza, cariño, follamos de puta madre...

Enumera.

M: Pero no tenemos amor...

Me recuerda sincero.

- "¿Y eso que importa? ¿Quién necesita amor? Esta demasiado sobrevalorado".

Pienso silenciosa.

M: Y no, joder, ¡no estoy bien con esto!

Confiesa.

M: Porque tú no te atreves a enamorarte por culpa de Sebastián.

Su tono llega a parecerse a un reproche.

M: Pero yo...

- ¿Tú que, Melen?

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