M: Tu eres una capulla.
Ríe a carcajadas.
M: Lo que te gusta a ti una pullita.
Sonrío con él.
- Se lo merecía, jo.
Me excuso inocente. Con mi mejor amigo no cuela, Melendi si que me conoce bien.
M: No cariño mío, la que se lo merece eres tú, pero vamos a brindar por tu canallería antes de que me des un guantazo.
Me hace reír. Estaba por hacerlo.
- Salud.
Hago sonar nuestras copas con una sonrisa triunfal y luego bebo parte del contenido. El sabor del vino lo sigo degustando cuando me inclino a besar los labios de Melen.
Entre trompicones y besos llegamos a su habitación, tocándonos llenos de deseo, dejando nuestra ropa desordenada por todo su piso, jadeando excitados buscando el placer. Y lo conseguimos. Sin amor, pero con mucha lujuria.
- Vaya polvo.
Me incorporo para recoger mi ropa. Aunque solo sean mis braguitas y la camiseta que han quedado sobre la alfombra de su dormitorio. Por muy absurdo que parezca, me avergüenza estar desnuda frente a él cuando acabamos de follar.
- Se nos está yendo la olla.
Valoro.
M: Y tanto.
Me da la razón.
- ¿Tu estás bien con esto?
Me siento nuevamente en su cama, frente a él, dispuesta a tener una charla que Verónica me viene repitiendo hace tiempo que debemos de tener. Ella apuesta a por que si yo no siento nada más que amistad por Melendi, es él quién siente demás.
M: ¿A que viene este planteo ahora?
- A que es verdad.
Hago referencia a la charla que teníamos hace un rato.
- Cuando estamos solos ya no podemos tomarnos un vino y hablar...
M: Uf, Malú...
Coge torpemente un cigarro de la mesita de noche y me cede la caja con un mechero. No tardo en aceptar uno y unirme al mal hábito casi tan nerviosa como él. ¿Por qué no dice que esta genial, tal como lo estoy yo, que esto mola y que mañana lo podemos volver a repetir?
- Venga.
Le ruego que hable, expectante a conocer sus pensamientos.
M: Joder.
Resopla tras un par de caladas en un silencio ensordecedor.
M: Tu y yo lo tenemos todo, Malú.
Me mira a los ojos.
M: Confianza, cariño, follamos de puta madre...
Enumera.
M: Pero no tenemos amor...
Me recuerda sincero.
- "¿Y eso que importa? ¿Quién necesita amor? Esta demasiado sobrevalorado".
Pienso silenciosa.
M: Y no, joder, ¡no estoy bien con esto!
Confiesa.
M: Porque tú no te atreves a enamorarte por culpa de Sebastián.
Su tono llega a parecerse a un reproche.
M: Pero yo...
- ¿Tú que, Melen?