Capítulo 144

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- Pasa.

Abro la puerta después de casi una hora.

M: He traído japonés.

Besa mis mejillas y me enseña la bolsa. Huele que alimenta.

- Estaba cocinando.

Le guío hasta la cocina.

M: Bueno, te queda para mañana. Ahora no hagas nada más.

- Prefiero cenar esto, Melen.

Señalo el pavo con verduras que he puesto en el horno.

- Tengo que cuidarme.

Me excuso.

- Ya sabes, la gira y tal.

Argumento sin encender alarmas.

M: Vale.

Deja la bolsa cerrada sobre la encimera.

M: Te acompaño en los buenos hábitos.

- Tu no tienes que renunciar a eso. El olor me dice que esta para chuparse los dedos.

Me relamo tan solo con el olfato.

M: No pasa nada.

Asevera despreocupado y me ayuda a colocar los platos en la mesa.

M: ¿Vamos a abrir un vino?

Pregunta indeciso. Frente a él hay vasos y copas.

- Yo no debería.

M: Agua para dos.

Obedece sin ponerme pegas.

M: Que económica y aburrida estás hoy.

Se ríe quejándose por lo bajini, aunque se asegura que le oiga.

M: Yo venía a hablarte de tonterías y pasar el rato, pero mejor me cuentas tú por qué te ves tan triste.

Solo escucharle ha gatillado que mis ojos vuelvan a encharcarse.

M: ¿Otra ves Martín?

- No.

Bebo bastante agua y miro al techo para evitar romper a llorar.

- Sí.

Me contradigo.

- El también.

M: ¿Qué ha pasado ahora?

Se interesa.

- Creo que no le gusto.

Opto por hacerlo parecer una duda. Sentenciarlo me sigue pareciendo demasiado humillante.

M: ¿Qué dices?

- No le pongo.

Admito ruborizada e incómoda.

M: Eso es imposible.

Se niega a creerme.

- En serio, Melen.

Suspiro dispuesta a confesarme con él aunque sintiéndome muy pequeñita.

- No quiere follarme.

M: ¿Me estás vacilando?

Niego con lágrimas en los ojos. Hablar este tema me hace sentir incómoda. Especialmente con Melendi, pero a la vez lo necesito.

- Primero me decía que era porque quería demostrarme que me quiere a mi, no por el sexo.

M: Me lo habías contado.

Recuerda.

M: Y me parece bonito. Cursi, pero bonito.

- Ya, pero sigue sin querer acostarse.

Me limpio las mejillas y los ojos con el dorso de la mano.

- Estábamos a punto, pero acaba por poner excusas, y no me folla.

M: Ese tío es un gilipollas.

Acusa.

M: Con lo buena que estás.

Me siento tan pequeñita exponiendo mis inseguridades con mi cuerpo, por más que Melendi solo me alabe.

M: ¿No será gay?

Me hace reír entre sollozos.

- Creo que el gilipollas eres tú.

M: Lumi, tronca, es que no creo que haya un solo hombre en el mundo al que no le pongas.

- He cogido mucho peso el último tiempo.

Me tapo la cara con las manos para esconderme mientras lloro. Entre este tema y papá estoy sobrepasada.

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