Capítulo 162

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- Joder, es mi padre.

Maldice.

- Martín, tienes que esconderte.

La miro perplejo.

- Sube.

Me pide sin que la entienda. No pretendo que me presente como su chico, pero tener que esconderme es otra cosa.

- Por favor.

Lee en mi mirada la confusión.

- No me avergüenzo de ti.

Promete y me besa. Está temblando y yo no quiero dejarla sola ahora.

- Quiero proteger lo nuestro.

Se hace pequeñita rogando en su susurro. Pepe ya ha cruzado el jardín y ahora toca directamente a la puerta.

- Mi padre rompe todo lo que me importa.

Explica con los ojitos llenos de dolor, empujándome arriba.

- No importa lo que pase, no bajes.

Implora y baja los escalones de dos en dos para abrirle a su progenitor.

Narra Malú

- Papá.

Pe: Malú, mi niña...

Intenta besar mis mejillas, pero me aparto evitando cualquier tipo de contacto físico, por lo que sus besos aterrizan en el aire.

Pe: ¿Qué ocurre?

Me mira serio.

- Estoy ocupada y has venido sin avisar.

Pe: Llevo días llamándote.

Me reclama.

- He estado liada.

Pe: Ya. José y tú madre me lo han dicho.

- Haberles hecho caso.

Espeto por lo bajini, pero consigue oírme y me mira tan intensamente que podría atravesarme.

Pe: ¿Ahora vas a dejar la tontería y decirme que te pasa?

- Que estoy cansada y llegas aquí sin avisar. ¿No tengo derecho a querer estar sola en mi casa sin que vengas a molestarme?

Pe: No seas maleducada, que soy tu padre.

- Claro, por eso yo no puedo divorciarme de ti.

Pe: ¿Qué has dicho?

- Que quiero estar sola.

No se de donde saco la valentía para hablarle así. Jamás me había enfrentado a él.

- Vete, papá.

Ignora mi pedido y se sienta en el sofá.

Pe: Explícame ya mismo que es esta tontería.

Exige.

- ¿Que quiero que te vayas? Una tontería claro.

Arremeto irónica.

- Si cuando tenía dieciocho años no fuiste capaz de respetar mis deseos y mis desiciones por qué iba a esperarme que lo hicieras ahora, ¿no?

Pe: ¿Malú que estás diciendo?

Mantiene esa faceta dura, y gesto enfadado, aunque le conozco demasiado y sé que ha entendido perfectamente de qué hablo.

- Estoy diciendo que cuando me vendiste para alejarme de Sebastián, me alejaste de ti con su partida.

Afirmo.

- Para ti estoy muerta.

Sentencio.

- Asume que me morí de pena llorando por él, y no intentes remediarlo, porque para mí tú también estás muerto.

Pe: Malú.

Me llama consternado, acercándose a mí.

Pe: Yo quería lo mejor para ti, hija.

Intenta explicarse.

Pe: No te he vendido, nunca te haría daño, mi niña.

- No te justifiques.

Le pido.

- Lo que me hiciste no tiene perdón.

Pe: Yo solo te estaba protegiendo, no te he vendido, mi niña... ¿Cómo vas a acusarme de...?

- ¡Te he dicho que no quiero escucharte!

Grito  interrumpiéndole y percatándome de las lágrimas que recorren mis mejillas y el vaivén de mi respiración agitada.

Pe: Pero estás confundida. Yo no...

- ¡No me mientas más, maldito embustero!

Vocifero alterada y siento su mano estamparse contra mi mejilla.

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