Narra Malú
+ Pero, amor, ¿estas tonta?
Me atrae nuevamente hacia él para volver a abrazarme. La forma tan cariñosa que usa para llamarme, la ternura con la que me cobija y el tono de su voz dulce y compasivo me hacen sentir arropada. Nunca había experimentado estos sentimientos. La amargura de la traición de mi padre... y a la vez esa extraña sensación de ser tan querida y cuidada por un hombre.
- Es que íbamos a mirar una peli.
Sorbo la nariz.
- Divertirnos.
Le recuerdo nuestro plan original, pero ha venido papá a joderlo todo, ¡todo!
- Y ahora mírame.
Vuelvo a sollozar sin moverme del refugio que su cuerpo se ha convertido para mi.
+ Ya, pero los imprevistos existen.
Quita importancia a lo que suponía ser una noche tranquila y deja un beso en mi pelo. A su lado soy una enana y tiene que inclinarse para que su gesto cariñoso caiga allí.
+ Además me alegra que no hayas tenido que estar sola con tu padre.
- Ese señor ya no es mi padre.
Espeto llena de rabia.
+ ¿Quieres contarme lo que ha pasado?
Pregunta cauto.
- Lo que has oído.
Inhalo con fuerza. De tanto llorar siento que empieza a faltarme el aire.
- Dio información para que los padres de aquel chico del que estuve enamorada se lo llevaran lejos.
Uso el dorso de mi mano para arrastras mis lágrimas.
- No sé que tipo de información, ni tampoco de qué pudo haber servido.
No he dejado de comerme la cabeza, incapaz de alcanzar alguna conclusión.
+ Bueno, no le des más vueltas, que no cambiaria las cosas y a ti va a hacerte más daño.
Le doy la razón.
+ Voy a prepararte una tila, ¿vale?
Acepto y me encamino al sofá. Mi zoo no me abandona y sus patitas suenan dando pasos apresurados junto a los míos que se arrastran en el suelo como alma en pena. Danka se tumba junto a mi, y Rumba y Lola bien cerquita. Mi vagabunda sabe cuando estoy triste. Acaricio su lomo sin parar de repetir las secuencias de hace solo unos minutos en mi cabeza, y me descubro derramando lágrimas otra vez.
+ Mi niña...
Regresa de la cocina con una taza humeante, pero al percatarse de cómo me encuentro me mira compadecido y toma asiento a mi lado, dejando la infusión en la mesita. Apoyo mi cabeza en su hombro y lloro silenciosa. Sus dedos entrelazados con los míos me brindan apoyo y su silencio la comodidad que necesito para darme cuenta que con él puedo ser yo, no aquel personaje que se ha convertido en parte de mi y me acompaña a todas partes.
- Si quieres irte a casa...
Le doy la opción de salir corriendo. No se me ocurre peor compañía que la mía en este momento.
+ ¿Necesitas estar sola?
Formula la pregunta tras un par de segundos en un silencio reflexivo.
- No.
Si se va, llamaré a mi madre o a José. Pasar la noche en soledad es lo que menos me apetece, aunque el cobijo que realmente deseo es el suyo.
- Pero igual quieres irte, se hace tarde y querrás dormir en tu cama y...
+ ¿Estas segura que no te importa que haga lo que a mi me apetece?
- No.
Miento.
- ¿Qué te apetece?
+ Quedarme contigo toda la noche...