Capitulo 31

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Dos días después me encuentro a Martín en las oficinas de Sony. He venido con Rosa a firmar un contrato y aunque parece que el chico ha estado rehuyéndome, hoy no tiene escapatoria. Esperamos juntos el ascensor.

R: Buenos días, Martín.

+ Buenos días.

Saluda escueto, sin mirarme a la cara.

R: ¿Ya te vas?

+ No, voy al coche a buscar unos papeles.

- Pásate por el mío.

Le pido.

- Tengo los discos firmados allí.

+ Vale.

Acepta incomodo.

- Martín, envíame la dirección de la clínica a la que irás a repartir los discos.

Narra Mateo

+ ¿Dirección?

Pregunto espantado. Yo que sé, no tengo ninguna dirección.

R: Claro hombre. Portu o yo iremos contigo en representación del equipo.

+ No hace falta, Rosa.

Voy a darle una copia de cada disco firmado a Eva y todos los demás los he comprado para disimular. Pensaba donarlos en cualquier sitio y ya.

R: Claro que sí. Malú es un nombre que vende mucho. Haremos fotos con los discos firmados y las subiremos a redes.

+ Es... una... gran... idea...

Titubeo nervioso.

+ Voy a buscarla y luego te la envío.

Miento desesperado. Tengo un par de horas para encontrar alguna institución en la que podamos colaborar.

+ Que no me acuerdo de memoria.

R: Vale. No te olvides de pasarme los horarios también.

+ Cuenta con ello.

Sonrío falsamente.

R: Me he olvidado algo arriba.

Anuncia con mala cara entrando nuevamente al ascensor cuando llegamos a la planta baja.

R: Id a por los discos.

Propone.

R: Ahora os veo.

- Que frío.

La escucho quejarse mientras sube la cremallera de un plumas negro más grande que ella. De repente me produce un sentimiento de ternura que no había sentido con ella. Se muestra una mujer tan fuerte, como un torbellino que se lleva el mundo por delante y verla temblar me hace ver a esa persona más frágil y real que seguro esconde detrás de aquel personaje.

+ ¿Dónde tienes el coche?

- A dos manzanas.

+ Ya.

Persigo sus pasos en un silencio incómodo. Ella se enciende un cigarro.

+ ¿No sabes lo mal que te hace eso a la voz?

- Sí.

Contesta escueta.

- Pero no te corresponde a ti regañarme, que para eso lo hicieron mis padres cuando tenía dieciséis años.

+ Lo siento, tienes razón.

Decido dejar de pelear.

- Oye.

Se gira para mirarme.

- Creo que te debo una disculpa.

Me mira llena de timidez. Joder ahora mismo la achucharía entre mis brazos, no sabe ella lo adorable que puede llegar a ser.

+ No, el que tiene que disculparse soy yo...



Bueno, qué? Alcanzarán una tregua estos dos? Que pensáis?

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