Me mira indefensa.
+ ¡Hey! No te comas la cabeza.
Beso su sien, manteniéndola acurrucadita en mi cuerpo.
+ No tienes que contarme nada de lo que no te apetezca hablar.
Me intriga saberlo, a veces creo que es demasiado perfecta y deseo conocer su lado oscuro, pero nunca la traicionaría entregándole a Sebastián la información que busca. Sus confesiones están a salvo conmigo.
+ No quiero que te sientas incómoda.
Advierto.
+ Solo recuerda que que en mi puedes confiar.
La acaricio buscando brindarle seguridad.
+ Yo no voy a juzgarte.
Prometo.
- Gracias.
Murmura sin soltarse de mí. Es evidente que este tema le quita la calma. Una calma que yo quiero proporcionarle en todo momento y en un solo instante una locura bonita se me cruza por la cabeza.
+ ¿Tienes algo calentito que ponerte?
Ahora sí que me suelta, mirándome perpleja.
- ¿Qué?
+ Que si te has traído un abrigo.
- El plumas.
Señala la prenda negra reposando sobre una silla junto a su maleta.
+ Póntelo.
- ¿Qué?
+ Hace frío, anda, póntelo.
Me incorporo cogiendo el suyo y subiéndome hasta arriba la cremallera de mi sudadera. El invierno gélido se niega a dar tregua, aunque estemos acabando febrero.
- ¿Para qué?
Refunfuña como una niña sin entender nada.
+ Confía en mi.
Tiro de su mano dejando atrás su lujosa habitación de hotel para echar a andar escaleras abajo. Podríamos usar el ascensor, pero prefiero que no nos vea nadie y esta es la única forma de no correr el riesgo. Nos escurrimos entre algunos arbustos frondosos para alcanzar nuestro destino. La playa no está lejos de aquí y la madrugada bien entrada nos asegura la privacidad que necesitamos.
- ¿A dónde vamos?
+ Si adivinas lo sabrás.
La reto divertido. Me hace gracia verla ofuscada sin saber a donde la llevo.
- No sé, pero no puedo salir a la calle una noche de concierto.
+ Ya no es de noche. Estrictamente hablando es de mañana.
Le explico y rueda los ojos mirándome como si fuera un tonto que no entiende nada. Sé que la ciudad está repleta de sus seguidores después de un show y que ella está entrenada para mantener su seguridad, pero me gusta hacerla de rabiar y es fácil conseguirlo. A veces parece una niña pequeña.
+ Venga, no me seas agonías. Yo voy a cuidarte.
Garantizo. Ella duda por unos segundos, pero luego accede dejándose llevar.
+ Además a estas horas no hay nadie por aquí.