Capítulo 118

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- Martín, ¿Qué haces aquí?

+ Te estaba esperando.

- ¿Pero, tú estás loco?

Le riño.

- ¡Eres un inconsciente! ¿Qué no ves la que cae? ¡Estas calado hasta los huesos!

Tirita de frío. No creo querer saber cuánto tiempo lleva bajo la lluvia. Pero el color azulado de sus labios y por como abraza su propio cuerpo para retener algo de calor corporal me demuestra que bastante.

+ Has tardado.

Se excusa con la inocencia de un niño pequeño cuando le regañan sin que se entere el por qué.

- Entra a darte una ducha caliente.

Ordeno. Las perras corren a mi encuentro nada más abrir la puerta y le olfatean a él, que chorrea en la entrada sin pasar. La calefacción nos da la bienvenida y con un gesto le señalo el camino que debe seguir. Ya conoce mi casa y el baño de invitados es su destino.

- Las toallas están limpias. Te buscaré algo de ropa de mi hermano.

Sin mediar palabra obedece y yo suelto el aire retenido cuando la puerta del aseo se cierra.

- Mis niñas.

Las acaricio buscando calma. Luego corro escaleras arriba en busca de algo que dejarle a Martín. Supongo que con un chándal y una sudadera de José se apañará. Doy unos golpecitos en la puerta para anunciar mi presencia y dejo las prendas junto a la toalla, acabando mi recorrido en la cocina para preparar una sopa caliente y poner su ropa a secar.

+ Gracias.

No le he escuchado y me sobresalto al oírle. Estaba demasiado ensimismada en cómo debería actuar ahora. Las pulsaciones me van a toda prisa.

+ Ten.

Acepto la toalla para dejarla junto a la ropa sucia y le cedo un plato de sopa humeante.

+ Gracias.

- Te pediré un taxi.

+ Malú.

Deja el cacharro sobre la isla y se acerca a mi.

+ Necesito que hablemos.

- No.

Me niego rotunda, aunque las piernas me tiemblen y tenga que moverme para que el no se percate de mi nerviosismo.

+ Escúchame.

Me pide.

+ Te lo ruego.

Con agilidad atrapa mi mano, tirando de mi para posicionarme de tal forma que no tengo escapatoria, y me mira a los ojos, enseñándome los suyos enrojecidos.

- No quiero hablar contigo.

Me hago pequeñita suplicando que me deje salir. Teniéndole tan cerquita solo quiero llorar, dolida por su traición y frustrada por saber que me estoy muriendo por besarle.

Todos los secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora