Narra Malú
- Puedo explicarlo.
Me comporté fatal con él.
+ No hace falta. Ya te he dicho que sé que no te acostaste con Melendi.
Me alivia saber que no dudara de mi aunque yo en ese momento deseaba con todas mis fuerzas que lo hiciera, metiendo la pata hasta el fondo.
+ Pero, joder.
Se queja.
+ ¿No te parece un recurso demasiado bajo?
- Lo siento.
Musito dándole la razón avergonzada. Me ganan los impulsos, y acabo por hacerle daño.
- Necesitaba que creyeras que alguien si podría querer follarme.
Confieso bajito. Muy bajito.
+ Yo no quiero follarte, yo quiero hacerte el amor.
- ¿Por qué no me mandas a tomar por culo?
Es cierto que rehuyo de él ante cualquier conflicto. Me da demasiado miedo que me lastime y es la única forma que tengo para poder protegerme del sufrimiento, pero no puedo dejar de admitir que he sido frívola y desalmada.
Me mira reflexivo.
+ Porque aunque mida cada palabra para que no te venga grande todo esto, estoy enamorado de ti.
Contesta cauto, sin embargo mis pulsaciones se disparan al oírle.
+ Te prometí que iba a tenerte paciencia y que juntos íbamos a enseñarle a tu corazón lo bonito que es querer bien.
Yo tampoco me olvido de su compromiso y una opresión que no sabía que tenía en el pecho me libera al saber que no piensa abandonarme, a pesar de mis chorradas.
+ Y no quiero renunciar a ello, porque te quiero, y aunque tú falta de experiencia en el amor a veces me haga daño, pensar en perderte me lastima mucho más.
- ¿Y si no lo consigo?
Pregunto temerosa.
- ¿Y si no aprendo a quererte bien?
+ No podremos saberlo si no lo intentamos.
- No quiero hacerte daño.
Prometo sincera.
+ No te escapes de mí.
Me ruega.
+ Quiero ser yo tu refugio.
Me abrazo a él. Sin pretensiones. Tan solo buscando esa seguridad que ahora mismo tanto necesito y que él no deja de brindarme.
+ ¿Puedo besarte?
Pide permiso en un murmuro. Llevo unos minutos escondida en el hueco de su cuello, silenciosa y nutriéndome de su olor. Asiento con un movimiento de cabeza, esperando recibir sus labios sobre los míos. Los une con parsimonia, saboreándonos, reencontrándonos, disfrutándonos.
Mi cuerpo no tarda en reaccionar, deseándole completamente, con la piel estremecida y mi intimidad empapada. Siento como bajo mis piernas a él le pasa lo mismo. Sentada sobre su regazo palpo el bulto de sus pantalones y sus dedos arrastran mi camiseta hacia arriba rozando mi cintura para atrapar uno de mis pechos.
- Martín.
Me aparto incómoda.
- Sé que no dejo de contradecirme.
Me mira fijamente, desprendiendo fuego por los ojos.
- Pero no estoy lista para que me veas desnuda...