Narra Malú
No puedo explicar el por qué, pero su pregunta, o tal vez su tono de voz, me hace pensar en aquella carta que escribí hace diez años. Esas líneas que contenían tanto amor que rozaban la obsesión o tanta obsesión que se confundían con el amor. Esas palabras que cambiaron mi vida para siempre. "Maldito seas, Sebastián. Me hiciste añicos y nunca voy a perdonarte". Pienso dándole un gran trago a mi copa. Lo necesito. ¿Por qué será que sigue apareciendo en mi cabeza?
+ ¿Quién es?
Su voz me devuelve a la realidad.
- Carla.
Me giro para ver la foto que sostiene entre sus manos.
- Mi ahijada.
Aclaro al ver su gesto confundido.
+ Que bonita es.
- Y te la comes sin patatas ni na'.
Prometo.
- Es súper espabilada.
Le cuento.
- Y te roba el corazón en cosa de segundos.
+ Ya. Conozco aquella capacidad que tienen los niños.
Parece pensar en alguien.
+ ¿Te gustaría tener hijos?
Pregunta sin más.
- Que va. Lo mejor que tiene Carla es que cuando llora su madre se hace cargo.
Río despreocupada. El parece incómodo.
- ¿Y a ti?
Relleno nuestras copas.
+ Creo que sí.
Bebe todo el contenido dándome la razón. Esta incómodo. Sí.
- ¿Bailas?
Cambio el tema buscando alguna canción que poner. Me lo estaba pasando genial hasta que el tema niños se ha colado en nuestra charla arruinando todo, como siempre lo hacen los bebes.
+ ¿Tu no vas a dejar de sorprenderme en toda la noche?
Me mira atónito.
- Pues no lo sé.
Sonrío con guasa.
- Tendrás que descubrirlo.
Me levanto del sofá para bailar. El alcohol me tiene totalmente desinhibida.
- Baila conmigo.
Estiro la mano invitándole. No se lo piensa dos veces y acepta encantado. Nos movemos descoordinados y divertidos. Muertos de la risa.
- Hace mucho no me lo pasaba tan bien.
Reconozco dejándome caer cansada en el sofá. Perdí la noción del tiempo. No sé ni qué hora es, ni cuánto hemos bailado, pero han sido varias canciones y muchas más carcajadas.
+ Ni yo.
Sus ojos desprenden tanta picardía como timidez. Una extraña combinación que llama tantísimo mi atención.
+ Gracias.
Me mira sincero.
+ Me hacía falta.
Confiesa. ¿Quién iba a decirme que Martín y yo podríamos entendernos tan bien?
- Y a mi.
Admito también, navegando silenciosa por el mar de sus ojos. Los míos bajan a sus labios y luego vuelven a perderse en ese color gris azulado que tan bonito me parece, hasta que no aguanto más y me lazo a su boca como quien busca tierra en alta mar.
+ Malú, tengo que irme.
Esquiva aquel beso dejándome con una horrible sensación.