Narra Mateo
Tumbado a su lado la contemplo embelesado. Ella está tan ensimismada que no se percatada de mis ojos admirándola, ni de mi corazón latiendo desbocado lleno de sentimientos.
+ ¿Has cambiado de idea?
Me aventuro a preguntar sin querer escuchar una respuesta afirmativa. Me mira por fin con una ceja arqueada.
+ Casi que he podido oír tu debate interno.
Suelta una risita floja y se acomoda en mi torso desnudo.
- No.
Contesta.
- No quiero que te vayas.
La aprieto atrayéndola con más fuerza hacia mí, y dejo un beso tierno en su frente. Hemos hecho el amor. He podido sentirlo. Ha sido especial para los dos, y ahora va a permitirme dormir con ella.
+ Te quiero.
Prometo, aunque muy bajito. No sé si llega a oírme, pero no pretendo agobiarla.
+ Ven.
Salgo de la cama tirando de ella.
- ¿A dónde?
Me frena curiosa.
+ Ven.
Insisto. No sé si me atreveré a cumplir con mi plan, por lo que prefiero no anunciarlo.
- Espera.
Coge una sudadera y sus braguitas para cubrir su desnudez y me mira haciéndose pequeñita.
+ Como tú estés cómoda.
Valido su acción y la imito para estar en igualdad de condiciones. Yo podría disfrutar de verla sin ropa toda la vida, pero lo que más me importa es que conmigo esté a gusto. También con ella misma.
+ ¿Puedo?
Pido permiso para adentrarnos en el estudio que tiene en su casa. Estoy seguro que encontraré algunos instrumentos allí.
- Claro.
Sonríe acariciando mi mano con sus dedos entrelazados a los míos.
- ¿Vas a...?
+ Voy a intentarlo.
Tomo una bocanada de aire y me suelto de ella para coger una de las guitarras. La agarro con mimo, con reparo, y la recorro como si fuese la primera vez en la vida que toco una. Cierro los ojos y revivo mi cumpleaños número ocho. Mis abuelos entraron a casa con un regalo enorme y muy bien envuelto. Yo rasgué el papel sin ningún tipo de cuidado, con la prisa de un niño deseoso de descubrir el contenido en su interior. Recuerdo la ilusión que me hizo aquella guitarra y la mirada asesina que mi madre le dedicó al yayo.
Suspiro, pero me armo de valor para acariciar sus cuerdas.
+ Me duele ignorar nuestra historia, y dejar todo atrás.
Canto bajito.
+ Me duele enfrentarme a un futuro en el que ya no estás.
Los acordes me acompañan con más fuerza que mi voz.
+ Todo sigue en su lugar, no llevo nada, no quiero nada, nada de ti.
Intuyo su mirada en mi, pero yo no levanto la vista del instrumento.
+ Vuelvo a empezar, ni un paso atrás, no hay nada más que salvar.
Amargos recuerdos me invaden.
+ Punto y final, no digas más, no queda por qué luchar.
Sigo enfocado en la guitarra. En lo que siento tocándola. En aquellos duros momentos en los que escribí esta canción.
- Martín.
Acaricia mi mejilla, hasta arrastrar su mano por mi pelo.
- Ha sido maravilloso.
Asegura mirándome intensamente.
- La canción es tan...
Se detiene unos segundos a pensar.
- Desgarradora.
Parece encontrar la palabra.
- Y preciosa.
Asegura.
- ¿Es tuya?
Asiento silencioso, confirmando la respuesta.
- Wow.
Alucina.
- ¿Para quién la escribiste?